Después de haber transcurrido 52 años de angustias, dolor, lágrimas y luto por miles de muertos, víctimas de las FARC, el pueblo colombiano parece encontrarse en el camino que logre la paz y la unidad. Un plebiscito realizado el domingo 2 de octubre ha mostrado que una parte, al votar por el “sí”, aprobó el pacto de paz firmado por el gobierno con dirigentes de las FARC. La otra parte, que resultó mayoritaria, si bien está de acuerdo con la paz mostró su disconformidad con varios puntos por considerarlos excesivamente condescendientes por parte del gobierno con las FARC.
El gobierno, conjuntamente dirigentes de las FARC, arribó al acuerdo de poner fin a las hostilidades, buscar la paz y la unidad y reintegrar todo el territorio. Decidieron, de algún modo, reinstitucionalizar el país haciendo que la democracia, las libertades y la justicia sean normas generales de vida. El plebiscito convocado por el gobierno para apoyar el pacto de paz ha dado como resultado que una parte (49,77%) mostró su acuerdo, aunque íntimamente cada ciudadano tenga sus reticencias, pero, al margen de ello, demostró un deseo y vocación por la paz. El segundo grupo, ganador por escaso margen (50,22%) mostró acuerdo por haber llegado a buen término las posibilidades de paz con la guerrilla; pero, con serias observaciones por considerar que las concesiones del gobierno hieren los sentimientos y la moral del país. Hacen diversas puntualizaciones y piden que haya una revisión integral del documento; creen que se debe condicionar a que la justicia determine culpabilidades e imponga lo determinado por las leyes a todos los guerrilleros por los muchos crímenes cometidos a lo largo de más de medio siglo; habría el criterio de que las concesiones hechas por el gobierno sean revisadas detenidamente.
El pueblo que votó por el “no” ha expresado el criterio: “La paz sí pero no así” para señalar los desacuerdos y la urgencia de sentar las bases de una paz sólida y permanente, haciendo que la justicia actúe en contra de quienes han cometido tantos delitos como: sembrar terror, dolor, lágrimas y luto por la muerte de más de 200 mil personas, por asaltos, asesinatos, secuestros de niños y jóvenes con el fin de entrenarlos para matar y cometer todo tipo de tropelías.
En todo caso, lo importante es que todo el pueblo colombiano está consciente y conforme con que se encuentren caminos para la paz y la unidad, sin desestimar el sufrimiento de millones de personas que, en 52 años han padecido todo lo que significa la desmembración de su país, las quiebras económicas, la destrucción de bienes públicos y privados, hechos que han conmovido permanentemente a todo el pueblo y que el mundo ha compartido porque no se trató de una guerra sino de una lucha frontal entre los gobiernos legales y una guerrilla instaurada contra todo el país.
La paz lograda estaría supeditada a que haya buena fe en los dirigentes de la guerrilla, en la posibilidad de que, se espera, adquieran conciencia de país y reconozcan lo equivocados que estuvieron los caminos que recorrieron sembrando destrucción y muerte; que se cumplan los puntos a que se arribe una vez revisados todos los aspectos consignados en el extenso documento y que son, finalmente, la causa de desacuerdos entre colombianos que no aceptan el acuerdo firmado y los que quieren siquiera una mínima reparación a través de sentencias de la justicia. Colombia, por dignidad y por dictados de su Constitución no puede aceptar imposiciones -así se llamen “concesiones”- para la paz. Todo debe revisarse conforme al interés del país y no a quienes han demostrado no tener ningun sentimiento ni valores por el pueblo al que sometieron a genocidios jamás vistos. El documento debe revisarse y cambiarse sustancialmente, porque el país, como dijo Winston Churchill: “El que se arrodilla para conseguir la paz se queda con la humillación y con la guerra”.
El pueblo no está en desacuerdo pero disiente de mucho de lo prometido porque hiere la moral y los sentimientos, lastima corazones y pide resignación a quienes lo han perdido todo al haber comprobado la muerte de sus familiares. La paz sí, pero no así; es decir, no hacer concesiones sólo favorables para la guerrilla, no mostrarlos como vencedores o ganadores de una guerra que no fue tal sino la consumación de crímenes de lesa humanidad que lastimó a muchas generaciones del mundo que se sintió solidario con Colombia y condena todo lo que implica genocidios o vulneración de derechos humanos; menos mostrar que la guerrilla tuvo apoyo del pueblo cuando se ha comprobado, a través de los años, que no tuvo apoyo alguno, salvo el 1% o menos que apoyó porque tenía intereses creados para ello.
Dirigentes de las FARC han hecho confesión de que respetarán todo acuerdo que implique paz y unidad y mostraron su disposición para encontrar los mejores caminos y aceptar las medidas que se adopten con miras a la unidad. El pueblo creería, una vez más, que las promesas y juramentos no sean simples actos de demagogia y populismo. Será preciso, pues, que las revisiones que se haga estén enmarcadas en la Constitución Política de Colombia, en principios institucionales y en las leyes; de otro modo, se sentarán precedentes funestos para que en cualquier momento en Colombia y en cualquier sitio de la Tierra surjan grupos que se hagan poderosos alegando derechos con la fuerza de las armas.
La paz que logre Colombia servirá como ejemplo para mostrar el fracaso de grupos revolucionarios que pretenden imponer políticas e ideologías que sólo saben utilizar la fuerza en lugar de hacer que rija la Constitución y las leyes. Los puntos que muestra el “no” como una especie de desacuerdo con el convenio de paz entre gobierno y dirigentes de la guerrilla, deben ser estudiados, sopesados, analizados y puestos al calor de la Constitución; son puntos que deben conllevar la reinstalación de la institucionalidad; pero, en ningun caso, que señalen una especie de capitulación o rendición del gobierno ante la guerrilla sino que fijen rumbos que muestren, clara y terminantemente, el imperio de las leyes y la vigencia de la justicia. Será preciso, además, que no hayan interferencias foráneas, sobre todo aquellas que buscan dictar condiciones y cláusulas de lo que debe ser responsabilidad solamente de todos los colombianos.
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