Javier González Sánchez
Un grupo de niños se reúne alrededor de un camión de voluntariados en Alepo. Jana se acerca temerosa, su madre le ha contado que han traído algo muy especial para ella. El voluntario que se lo contó es conocido con el nombre del “contrabandista de juguetes”. No sólo ayuda con alimentos y medicinas, también ha traído un nuevo amigo para Jana, su primera muñeca.
Rami Adnan comenzó a trabajar como voluntario hace cinco años, repartía alimentos, medicinas y agua entre los niños sirios desplazados. Su hija Yasmín le dio unos juguetes para los niños sirios y desde entonces viaja a Alepo, su ciudad natal, para regalar juguetes. “Aquella primera vez llevamos alimentos, pero cuando comenzamos a repartir juguetes, se creó un gran alboroto. Los niños llegaban de todas partes y me di cuenta de que no pensaban en comida, sino que sólo querían un juguete”, dice Adnan. En uno de sus viajes, el contrabandista de juguetes puede llegar a repartir hasta 80 kilos.
Los juguetes tienen una serie de beneficios en el desarrollo intelectual de los niños. Permiten desarrollar la función simbólica, ayudan a la formación de conceptos, aptitudes, expectativas y contribuyen al desarrollo de los procesos de socialización. Cuando los niños juegan su cerebro libera serotonina, una hormona que reduce el estrés y equilibra el estado de ánimo.
El juego cambia conforme los niños crecen, se adapta a su evolución y permite ejercitar su capacidad de autocontrol y autonomía. Al contrario de lo que muchos piensan, los juguetes fomentan la maduración de los niños. Mediante los juegos espontáneos adquieren roles sociales y su creatividad se incentiva.
“A mí, desde pequeña, siempre me han gustado los muñecos. Cada muñeco que ganaba era una emoción para mí. Es como cuando haces un nuevo amigo. Tienes tanto que conocer y hacer con él”, cuenta Vilma Medina, directora de Guíainfantil.com. Igual que para Vilma muchos hemos tenido un juguete que ha marcado nuestra infancia o que representa un recuerdo muy valioso. Los juguetes son el reflejo de la infancia y en zonas de guerra la prioridad para los niños es sobrevivir, así que su creatividad y fantasía mueren poco a poco.
Rami sabe lo que sufren los niños en zonas de conflicto y que muchos se ven obligados a madurar antes de tiempo. Su objetivo es que la situación que viven no les impida divertirse y tener una infancia lo más normal posible. Para estos niños un oso de peluche puede convertirse en un amigo fiel en medio del caos que les permita evadirse a un mundo de fantasía para evitar que la tragedia destruya su infancia. Todos son nuestros niños y tenemos que tenerlos presentes. Si la sociedad es en realidad una comunidad de afecto, son nuestros niños.
El autor es periodista.
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