Juan Marcelo Columba Fernández
El rechazo a los Acuerdos de Paz de La Habana, expresado en los resultados del plebiscito del 2 de octubre de 2016, dio lugar a diversas reacciones en el ámbito político colombiano. Las declaraciones del gobierno de J. M. Santos, del líder opositor A. Uribe y de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), una vez conocidos los datos oficiales, tomaron posición frente a la voz ciudadana expresada en las urnas, y formularon al menos tres lecturas convergentes, pero al mismo tiempo singulares en relación con el vocablo “paz”.
El común denominador en los discursos, tanto del Presidente colombiano, como del senador A. Uribe, pero también del comandante de las FARC, R. Londoño, coinciden invariablemente en entender la “paz” como un anhelo y deseo común de la población: “todos sin excepción quieren la paz” (Santos); “todos queremos la paz, ninguno quiere la violencia” (Uribe); “Al pueblo colombiano que sueña con la paz que cuente con nosotros” (Londoño). El cese del conflicto armado en Colombia se representa, en esta convergencia, como un proceso cuya continuidad, concreción, robustez y permanencia constituyen tareas pendientes: “No me rendiré, seguiré buscando la paz […] para que esa paz, que todos queremos posible, salga todavía más fortalecida” (Santos); “Jóvenes colombianos, comprendemos su ilusión de paz, que hoy sea motivo de reflexión para construirla en la solidez de la libertad” (Uribe); “[nuestro reto como movimiento político] nos requiere más fuertes para construir la paz estable y duradera” (Londoño).
En relación con las particularidades discursivas que cada locutor imprime al uso del vocablo “paz”, se advierte que el Jefe de Estado colombiano busca reafirmar su rol como garante de la seguridad nacional y administrador del proceso de pacificación: “Como presidente conservo intactas mis facultades y mi obligación para mantener el orden público, y para buscar y negociar la paz”. Por su parte, Londoño manifiesta las intenciones y los medios por los cuales las FARC pretenderían una solución al conflicto: “Las FARC-EP mantienen su voluntad de paz y reiteran su disposición de usar solamente la palabra como arma de construcción hacia el futuro”. En lo concerniente al discurso del Senador Uribe, el énfasis radica en la posibilidad de una paz cimentada en principios y valores democráticos: “Nos parece fundamental que en nombre de la paz no se cree riesgos a los valores que la hacen posible: la libertad, la justicia institucional, el pluralismo, la confianza en el emprendimiento privado, acompañado de una educación universal de calidad como cabeza de la política social”.
La aproximación a las intervenciones discursivas posteriores al plebiscito, particularmente en lo concerniente al término “paz”, nos permite tener una idea de la manera en la que la ciudadanía y sus representantes políticos buscan, con sensatez y tenacidad, el fin del conflicto armado en Colombia. Esta búsqueda, en un nuevo contexto surgido a partir de la votación del 2 de octubre, se presenta signada por el anhelo común de paz, pero también mediada por el rol de los actores políticos, su voluntad y valores que, como se puede advertir en los discursos referidos, se perfilan como elementos centrales de los debates a venir.
El autor es Lingüista.
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