Bolivia en la última década se ha caracterizado por la implementación de un modelo económico híbrido “socialista-neoliberal”. Que no ha favorecido a la agroindustria oriental, a los bancos, y la pretensión de “generar” una (nueva) burguesía (mestiza-neo indígena) oligárquica, sería pecar de mitómano, y que refutaría al vicepresidente Álvaro García Linera cuando –orondo- asegura: “el Gobierno ha brindado al sector privado todos los incentivos, por ejemplo, de los subsidios en combustible y energía”. Este embrollo se asienta en la bonanza económica de los casi 200.000 millones de $us con el cual se ha favorecido el Gobierno del MAS para hacer gala de un salario mínimo nacional (SMN). Ahora, Muestras y Mercado nos desencanta con una encuesta, donde un 67% dice que Bolivia está en crisis; pero no se la siente –y es que el temor a mostrar descontento “adormece”- un 31% dice que se debe a la corrupción, el 22% dice que el Gobierno ha realizado malas inversiones o despilfarró los recursos económicos. En una última encuesta –septiembre- un 54% afirma que sus gastos familiares han subido.
El embrollo, con respecto al SMN se refiere al sector formal que representa al 20% de la fuerza de trabajo y que se ha beneficiado de las políticas laborales o incrementos salariales del Gobierno, mientras que el 80% restante vive de la informalidad, donde el SMN no es fijo, ello que confunde una adecuada lectura. Como fuere, una mayoría de estos gremiales e informales -Mypes- tiene empleados- trabajadores; no paga el SMN, ni los tributos que debiera. Éstos afines al régimen, caracterizados por la muletilla de su “precario ingreso”, siempre se han beneficiado de las “minidevaluaciones” promovidas por diversas causas: desaprensivas declaraciones oficiales, bonos, dobles aguinaldos, y otros privilegios y que, ante la falta de autoridad y normas, simplemente, incrementan el precio de sus productos o servicios manteniendo pingues ganancias.
Cuando el Gobierno habla de SMN Alto (SMN), entonces, se refiere solo a un 20% que tiene la “suerte” de trabajar, y que se ha favorecido de –dicen- algún incremento del 377% entre 2006-2016, lo que significa un aumento de $us 54 a $us 259 por encima de la inflación y preservando el poder adquisitivo, dicen. Si bien el SMN subió de Bs 1.656 a Bs 1.805 no cubre necesidades básicas. Un sondeo aleatorio (CISEC, 08, 2016) con familias pobres de cinco miembros en barrios periurbanos paceños muestra que en desayuno gastan 6 Bs; en el almuerzo (del mercado) 40 Bs; en el Té 6 B, la cena es eximida por falta de presupuesto, lo que suma 52 Bs día y 1.612 Bs al mes. Quedan unos 193 Bs para cubrir otras necesidades: educación, salud, vivienda, vestimenta, etc., entonces el SMN no satisface básicas necesidades.
El embrollo se agudiza cuando el Gobierno afirma y niega la continuación del doble aguinaldo; nervio motor de las “minidevaluaciones” que devalúan el SMN y que el jenízaro Guido Mitma de la Central Obrera Boliviana (COB) los considera ensayos “chantajistas” -como pretendiendo negar su contubernio con el Gobierno-. Los que trabajan -si lo hacen- siguen siendo expoliados con la venia del Art. 55 del DS 21.060 neoliberal; que pese -se dice- a haber sido abrogado está más fuerte que nunca. Finalmente colijo que los incrementos al SMN solo fueron “ajustes” ante las minidevaluaciones producto del asistencialismo gubernamental. Por lo tanto, ¿de qué salario alto se habla?
El autor es Director del Centro de Investigación, Servicios Educativos y de Comunicación (CISEC).
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