Una información anota la existencia de un “proyecto de ley de organizaciones políticas” que “estará dirigido a profundizar la democratización al interior de cada partido, además de adecuar su funcionamiento a la Constitución Política del Estado”. La propuesta señala dos aspectos que habría que examinar: ¿Hay o no hay democracia en los partidos políticos existentes en el país? ¿Los partidos en vigencia no están adecuados a la Constitución Política del Estado?
Que se sepa, ambas condiciones son cumplidas por los partidos que, como está visto, son pocos, poquísimos en relación con los que eran hasta hace quince o veinte años. De no cumplirse ambas condiciones, esos grupos serían ilegales y su funcionamiento sería de facto, algo que no sería concebible ni para el Poder Legislativo, ni para el sistema electoral y menos para la colectividad nacional que, hasta ahora, de una u otra manera, cree en lo que hacen y dicen las tiendas partidistas.
Existe una Ley de Partidos Políticos, aprobada hace muchos años y se supone que está en vigencia; entonces, quienes proyectan el nuevo instrumento tendrían que hablar de reformas a esa ley. Lo que falta en los partidos políticos es liderazgo; es decir, carecen, todos por igual, de líderes políticos o sea personas que tengan conciencia y vocación de servicio, que posean programas e ideologías bien definidas, que cuenten con la suficiente preparación profesional y posean las cualidades de idoneidad, honestidad y responsabilidad demostradas en el diario vivir.
Se dice que hay caudillos; es evidente, caudillos los hay siempre; pero, uno es el líder que posee condiciones especiales para mostrar ideologías, programas, ideas, criterios, pensamientos claros, posiciones diáfanas en la moral y virtudes necesarias para conducir a un pueblo. Condiciones y vocación que normalmente no poseen los caudillos: que mandan y ordenan o dirigen algún gremio, comunidad y ejercitan el caciquismo; el caudillo, pues, es diferente al líder que dirige, encabeza, lidera un partido o grupo destinado a generar ideas con miras a determinados objetivos.
Desde siempre se ha visto la diferencia entre caudillo y líder y se ha creído que en política es bueno el liderazgo como presencia de quien dirige y conduce hacia objetivos determinados, pero imbuido de la debida preparación y conocimiento de lo que quiere la comunidad o el grupo o nación que lidera. Muchas veces se ha sostenido que en Bolivia no hay liderazgo por la carencia de personas con gran preparación que formen juventudes y grupos capaces de conducción y por ello deben ser formados, educados e imbuidos de virtudes, valores y principios en los que puedan creer los grupos o pueblos.
Una nueva Ley de Partidos Políticos ayudaría posiblemente a cambiar a quienes hoy, tan solo por estar en oposición, creen ser líderes cuando los hechos los muestran como simples caudillos. De todos modos, hay que reconocer que es poca o muy pobre la presencia de organizaciones político-partidistas en que pueda confiar o creer la población, especialmente en tiempos electorales. Habrá que esperar que los integrantes de los grupos existentes entiendan y valoren lo que es el liderazgo y la urgencia de formar entre los jóvenes líderes que tengan conciencia de país y sepan acrecentar sus propios valores con vocación de servicio.
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