Javier González Sánchez
David Vidal, doctor desde hace más de 10 años, sale de la habitación de un paciente que acaba de fallecer, tras comunicárselo a su familia se dirige hacia la cafetería donde comparte un café y unas risas con los compañeros. ¿Es esto natural? Nadie enseña a los profesionales de la medicina a hacer frente a la angustia de ver cómo alguien fallece en su presencia. Lo único que pueden hacer para que la muerte no suponga una presión constante es seguir adelante.
Exitus es el término clínico con el que los médicos se refieren a la muerte. Es la abreviación de la expresión latina exitus letalis. En medicina se suele emplear este término para referirse a la muerte, es una forma de eludir la palabra y lo que ello conlleva. María, enfermera de una Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) de Barcelona, sostiene que cada uno aprende a enfrentarse a la muerte de forma distinta. Algunos utilizan el humor, otros la seriedad, el silencio… Cuenta que la primera vez que presenció una defunción sintió frío. “Cambiamos de pacientes cada 15 días. Hay pacientes que fallecen cuando los acabo de conocer, otros después de tres meses. En ambos casos mi reacción es la misma: distancia. Si no lo hiciera volvería llorando a casa muchos días y esto nos es bueno para mantener el equilibrio afectivo y profesional tan necesarios”, dice.
Las sociedades humanas tratan de superar la realidad de ver a seres queridos muertos con fantasías y mitos de ultratumba en el esfuerzo inútil de rechazar una realidad fatal e irreversible. Pero la clave para saber enfrentarse a ella no es negarla, sino aceptarla. La tanatología es una disciplina que intenta encontrar sentido al proceso de la muerte y dar suelta al dolor como forma de desahogo. El instituto mexicano de tanatología la define como “una aproximación a la vida que incluye a la muerte”. Esta ciencia incluye aspectos cómo la aceptación de la muerte cómo un proceso natural, entender la pena desde un punto de vista humano y preparar a la gente para asumir cualquier pérdida.
A.C. Yagüe Frías y M.C. García Martínez, diplomadas en enfermería, enumeran una serie de conductas erróneas a las que tiende el profesional para que la muerte del paciente le sea más llevadera: evitar que el enfermo se entere de su estado el mayor tiempo posible, apartar la mirada del paciente terminal o evitar las conversaciones con el paciente sobre su propia muerte. Estas especialistas sostienen que los enfermeros no reciben la necesaria preparación profesional para hablar y enfrentarse a la muerte.
Todos convivimos con el respeto y hasta con el miedo a la muerte, pero deben evitar que ese miedo o aprensión condicionen su vida cotidiana. Dentro de un hospital los trabajadores se enfrentan a diario al exitus letalis. Al contrario de lo que muchos piensan, es recomendable que los médicos y enfermeras hablen de sus sentimientos sobre la muerte. Aunque es difícil, los profesionales de la salud son los que más necesitan prepararse con una actitud positiva en su vida diaria para cuando se produce el exitus. Es necesario que no se vean a sí mismos como trabajadores rodeados de personas que pueden fallecer en cualquier momento, sino cómo profesionales que ayudan y confortan al moribundo y a sus personas más allegadas.
El autor es periodista.
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