LO NUESTRO
* El destacado bordador paceño repasa los inicios, aportes y logros de su taller, uno de los más conocidos del país.
De muy joven, Félix Quisbert no quería saber del bordado. Es que creció en una familia de artesanos. Su abuelo Clemente y su padre Carmelo pertenecieron a la primera y segunda generación de maestros del bordado folclórico en La Paz y ahí vivió en carne propia lo sacrificado que es este trabajo.
Pero todo cambió a comienzos de la década de los 70 cuando Gilbert “El Gringo” Favré, el famoso quenista de Los Jairas, descubrió que don Félix tenía mucha habilidad y un gran talento para hacer máscaras folclóricas.
“Al ver una de mis caretas, él me dijo en la peña Naira: Yo te compro, en dos pagos. Entonces fue él quien me motivó y me dijo: Esto es arte, tiene un valor incalculable, porque lo hecho a mano, tiene mucho valor afuera, de esa manera soy bordador”, rememora Quisbert, quien entusiasmado por el apoyo que le brindó el recordado músico decidió abrir el 20 de octubre de 1970 el taller de bordados folclóricos Kori Thika Internacional, uno de los más prestigiosos del país, en la populosa calle Baptista de la ciudad de La Paz.
Don Félix comenzó haciendo máscaras, luego trajes de diablada y después confeccionó disfraces de todas las danzas, hasta especializarse en la morenada, lo que le permitió trabajar para innumerables fraternidades de Oruro y La Paz.
“Los diseños hay que cuidarlos bastante, tenemos tanta cultura y eso lo plasmo en el trabajo. Algunos son estilizados porque no podemos hacerlos tan igualitos y otros son creación mía. Los he registrado en la dirección de derechos de autor y eso me favorece. Es que no faltan copiones. Cada año cambiamos los diseños, por ejemplo de la morenada Ferrari de Oruro con la que vengo trabajando estos últimos años. He estilizado los peces, uff… y todos admiran estos diseños. Los de Oruro justamente quieren lagartos, quirquinchos, la fauna. Y lo más importante es que el trabajo es realizado manualmente. Podría haber comprado una máquina de bordar, pero perdería valor”, manifiesta este maestro autodidacta que ha rescatado los diseños tiwanacotas para aplicarlos en los trajes festivos.
Quisbert debe ser de los pocos bordadores del país que ha presentado exposiciones en el exterior.
“He estado en toda Sudamérica, México y Estados Unidos”, recuerda.
¿Qué siente cuando esta frente a una nueva creación? “Yo tengo que ver de todos los lados cómo se ve el dibujo, el diseño y si hay impacto me siento realizado porque mi obra ha impactado a mi clientela y mi clientela me da las gracias… La gente más me conoce por Kory Thika, muchos creen que es mi apellido y no es así.
Kory Thika está en aymara y quechua. Kori en aymara es oro y thika en quechua, adorno, significa adornos de oro”, cuenta este artista paceño, al reconocer que no lleva la cuenta de cuántas creaciones hizo en estos 46 años.
“Realmente no sé, pero son varias, hasta los nietos de mis clientes ahora son también mis clientes, esto va de generación en generación”, expresa.
¿Qué se necesita para ser un buen bordador? “Tener creatividad, no cualquiera la tiene, por eso le dije al doctor (Fernando) Cajías cuando visitó mi taller con estudiantes de Estados Unidos: El bordado no es estático, va evolucionando, no es que uno va aprender y va a hacer lo mismo, debe tener creatividad”, dice.
Quisbert afirma que en estos 46 años de trayectoria, el bordado le ha permitido “mostrar nuestro folclore afuera”. “Y eso me motivó mucho más, porque si Bolivia va sobresaliendo, nuestra tricolor va subiendo más, si en el fútbol no somos los primeros, en el arte folclórico somos campeones. Mis creaciones han impactado al público y eso me llena de orgullo y satisfacción”, resalta don Félix, quien con orgullo dice ser “un artista popular en el campo del bordado”. “Me han declarado un icono del folklore y he sido reconocido como el mejor bordador del Gran Poder”, afirma.
Para celebrar sus 46 años de trabajo, el experimentado bordador exhibirá una pequeña muestra de sus trabajos en el Museo San Francisco, este 20 de octubre, como antesala a la exposición que abrirá en ese repositorio en enero de 2017.
“Mi sueño grande es llevar una exposición a Europa porque no es fácil, se la tiene que organizar con muchos años de anticipación, ya tengo conversaciones y ojalá se plasme, ya estamos preparándonos”, comenta.
Además de bailarín…
TAMBIÉN HIZO CINE
Además de su trabajo en el campo del bordado, Félix Quisbert es un reconocido bailarín de diablada y morenada. Ha participado con varias fraternidades en la tradicional festividad del Gran Poder. También trabajó por muchos años al lado de Luis Calderón López, el desaparecido folclorista, creador y director ad perpetuam del elenco de danzas Bolivia Andina, con el que recorrió varios países.
Otra de las facetas poco conocidas de don Félix es su incursión en el cine. Ha actuado en las películas Nación Clandestina, Para recibir el canto de los pájaros y Los hijos del último jardín de Jorge Sanjinés, producidas por el Grupo Ukamau.
“El Jach´a Flores me presentó a Jorge Sanjinés cuando estaban haciendo la película Nación Clandestina, en la que interpreté el personaje de Casto. En Los hijos del último jardín hice de seguridad y en Para recibir el canto de los pájaros fui callawaya”, recuerda con nostalgia.