La publicidad y propaganda que realiza el gobierno colma todas las expectativas del régimen y de la población; hay excesos que no se puede explicar; hay una especie de querer convencer de todo sobre lo que piensan y hacen las principales autoridades; hay publicidad que en vez de conseguir resultados prácticos resulta negativa porque cansa al público. Lo grave es que esa publicidad, que muchas veces resulta solo propaganda, es onerosa para la economía nacional.
El gobierno posee sus propios canales y bastarían para hacer propaganda; sin embargo, se recurre a medios escritos, radiales y televisivos para publicidad y propaganda que, por lo excesiva, es rechazada por los lectores u oyentes y videntes de radios y televisión. El costo de un segundo por televisión es alto; es menor el de radio y seguramente mucho menos cuestan los avisos publicados en la prensa.
Hasta hace diez o más años, el gobierno se abastecía con lo hecho por los medios que pertenecían al Estado; utilizaba radios y televisión solamente en casos en que había que resaltar o recalcar algo realizado por el régimen y, lo más importante, los costos eran infinitamente menores a los actuales.
Todo muestra que los excesivos ingresos que tuvo el país por las ventas de gas con precios altos y la existencia de reservas internacionales -que cada vez son menores- dan confianza y seguridad al gobierno para desarrollar excesos en la publicidad y en la propaganda; ésta es utilizada especialmente en carteles y “afiches” que circulan especialmente en pueblos y villorios. Mucha propaganda se publica con altos costos, en medios extranjeros que interesan muy poco al público y que los residentes los ven muy de vez en cuando.
Al margen de todo lo que se hace en el país, como en publicidad foránea, se gasta, por ejemplo, en suplementos especiales que pretenden convencer a capitalistas extranjeros para que inviertan en Bolivia y, hasta ahora, que se sepa, todo lo expresado para captar inversiones no ha tenido resultado alguno y si hubo algo, sería interesante que se informe a la opinión pública.
Hace poco, la Ministra de Comunicación pidió “refuerzos en el presupuesto de su despacho para atender obligaciones que demanda la propaganda y la publicidad”. La verdad es que la mejor forma de hacer conocer lo que piensa y hace el gobierno sería a través de la realización de obras, como construcción de hospitales y locales escolares, conexión de agua potable en las áreas rurales, instalación de energía eléctrica, mejora de caminos vecinales y otros. Todo ello es más que propaganda y se convierte en inversión que ayudaría a promover prestigio para las autoridades. Un elemental sentido de austeridad debería obligar a evitar los excesos que son vanos y contraproducentes.
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