Aspectos de la Guerra del Pacífico
Circula el libro “Iniciativas chilenas para una alianza estratégica con Bolivia (1879-1899)”, en segunda edición publicada en esta ciudad, del distinguido diplomático chileno don José Miguel Concha, que nos presenta la sugerente historia de los entretelones de la diplomacia chilena para que Bolivia deje a su aliado peruano y su acercamiento a la Argentina.
Es un libro bien documentado, escrito con mucha claridad, que describe la relación bilateral, desde los inicios republicanos hasta 1899; fundamentalmente los periodos en que Chile impulsó lo que el autor llama la “política boliviana”, como una estrategia de la política exterior chilena que abarcó de 1879 a 1899, con dos periodos intensos de desarrollo de 1879 a 1884 y de 1891 a 1896, según los intereses que le convenían para una alianza estratégica con Bolivia contra el Perú o la Argentina y que definitivamente fue abandonada en 1899, cuando los mandatarios Errázuris y Roca sellaron un compromiso de paz y amistad, a bordo del navío chileno O’Higgins en el estrecho de Magallanes. Tal hecho trascendental definió la política exterior futura de Chile hacia Bolivia, bajo los contornos agresivos y duros que sucedieron.
Esa “política boliviana”, que aún muchos escritores nacionales de línea chilenófila acogen como un gesto de cordialidad hacia Bolivia, es la mayor acción de perfidia que Chile no tuvo reparo de utilizar como método para torcer la conducta boliviana contra su aliado, el Perú. Por lo demás, surgió de su espíritu y manera de ser permanente, cual es la de adoptar sin ambages cualquier medio para obtener sus fines, acto por demás indecoroso, aun en los procedimientos diplomáticos. La fórmula propuesta de Chile a Bolivia consistió, nada menos, en ésta: “Yo te robo y me apropio de Atacama a cambio de que repudies a tu aliado, el Perú, te alíes conmigo, y de lo que juntos despojemos a los peruanos te quedas con una parte, para tener un acceso soberano al mar”. En los acuerdos de delincuentes ésta puede ser una norma, en la conducta de los Estados siempre será despreciable.
La utilización de ciudadanos bolivianos para alcanzar el cometido no deja de ser también indecoroso, primero el sondeo encomendado a Salinas Vega y luego la encomienda de las Bases enviadas con Gabriel René Moreno al presidente Hilarión Daza, que traducen exactamente la fórmula enunciada. Pero la conducta asumida por el gobernante boliviano, firme y altiva, es la expresión de dignidad que también caracteriza la conducta boliviana, en este caso la renuncia a una conveniencia práctica en desmedro del honor nacional.
“El rotundo rechazo boliviano a la propuesta chilena” fue comunicado al aliado, presidente Prado, provocando su divulgación una ola de repudio hacia Chile.
Es de desear que este gesto de dignidad y lealtad con el aliado, sea cabalmente apreciado por el Perú, aunque después de la guerra hubiera generado injustificadamente el mote de traidores a los bolivianos, alentado por quinta columnistas interesados en sembrar la discordia entre los aliados.
Chile pretendía convalidar el despojo de territorio boliviano con el canje de territorio peruano de Arica, Tacna y Mollendo. Es que Chile podía permitirse todo, no valía ningún precepto moral que se lo impidiese y dio por hecho que Bolivia aceptaría la perfidia, una felonía sin nombre de admitir el canje de su territorio ocupado por el agresor con el de su aliado, a quien se inducía traicionar abandonando la alianza.
Bolivia cometió muchos errores, pero no transigió con la dignidad del país.
Después, cuando las relaciones argentino chilenas estaban al borde de un conflicto bélico, la “política boliviana” volvió a cobrar vigencia buscando amistosas relaciones con Bolivia para apartarle de su acercamiento a la Argentina, llegándose a la celebración de los tratados de 1895, suscritos, ratificados y canjeados, pero que por pretextos sutiles que se introdujeron fueron “olvidados” porque el conflicto de los dos países australes concluyó con el pacto del estrecho de Magallanes. Y como Bolivia no servía más a sus intereses, despachó al grosero Abraham Konig para fulminar a Bolivia con su ultimátum de 1900.
Entonces, la historia debe enseñar a los bolivianos que no se puede confiar en los chilenos; sin embargo, se sometió con su ingenuidad a mantener la relación bilateral más intensa que tuvo el doble objetivo de financiar los territorios usurpados y quedar como un país semi colonial de Chile, por obra y gracia de la chilenofilia de gobernantes y burguesía bolivianos.
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