En esta época en que nada debiera sorprendernos, por la atipicidad de las cosas que suceden, la Academia Sueca anunció el pasado jueves 13 del mes en curso la nominación del Premio Nobel de Literatura a Bob Dylan. No es que este acto sea malo, ya que desde tiempo atrás era candidato a este galardón, principalmente después de haber merecido el Premio Pulitzer y el Príncipe de Asturias de las Artes.
Lo cierto es que en el Nobel 2016 se fusiona la música y la poesía, en una actitud complementaria que esboza a estas alturas la silueta inmortal de su autor, nacido en 1941. La reedición de su único libro publicado hasta el presente, o de nuevas selecciones de su obra, permitirá una mejor compulsa de la totalidad -o buena parte de ella- respecto a la calidad y valía literaria de las mismas.
Este cantautor rebelde como nadie habló claro respecto a acontecimientos que conmovieron los cimientos del mundo entero: la guerra fría, Vietnam, el asesinato del Presidente John F. Kennedy, y tantos dislates de menor medida:
“Ustedes que fabrican las grandes armas
Ustedes que construyen los aviones de la muerte
Ustedes que se esconden tras los muros
Ustedes que se esconden detrás de los escritorios
Sólo quiero que sepan
Que puedo verlos a través de sus máscaras”.
Y no se rebeló únicamente por los sucesos registrados a nivel internacional. Más bien se inició por cuanto sacudió la conciencia norteamericana, fronteras adentro, a raíz de la inédita tenencia de armas y su uso a cargo de menores de edad: “Vi una habitación llena de hombres cuyos martillos sangraban/ Vi una escalera blanca cubierta de agua/ Vi diez mil oradores de lenguas rotas/ Vi pistolas y espadas en manos de niños pequeños/ Y es dura, dura, dura/ Muy dura la lluvia que va a caer”.
El común de la gente posó los ojos sobre su producción como poeta y músico de protesta social, llegando al corazón de los integrantes de su generación, primero, y luego a la juventud de todo el orbe. Las letras de sus canciones daban en qué pensar en torno a cuanto acontecía en política, manejada con desatino y velando por ajenos intereses, no los que concernían a la buena marcha de la humanidad. ¿Cuántas veces no estuvo nuestro planeta tambaleándose? Y tantas otras, ¿la bomba atómica y similares de mayor alcance, no estuvieron prontas a ser accionadas?
La inspiración de Dylan advirtió acerca de la gravedad de los sucesos, llevó a una toma de conciencia a gobernantes y gobernados y a los ciudadanos del planeta. Sus canciones reflejan la angustia y pesar de los seres humanos que parecían rozar el fracaso, sin esperanza alguna: “Nunca te diste la vuelta a observar los ceños fruncidos/ De los malabaristas y payasos que hacían truco para ti”.
Finalmente, de cantautor de protesta social munido de una armónica y su guitarra, el trovador mutó a estrella del rock-folk; considerándolo la crítica especializada un revolucionario. Ese es el flamante Nobel de Literatura.
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