Viraje económico causa incertidumbre

La caída del crecimiento económico del país es un hecho preocupante para el pueblo y el gobierno. Es tan grande que ha descendido -en términos oficiales- al 4,3 por ciento, mientras el Fondo Monetario asegura que llegó a solo 3,7 por ciento y otras fuentes indican que en realidad estaría en un presunto 2,5 por ciento.

Este derrumbe del Producto Interno Bruto (PIB) es más notorio cuando la economía del país atravesó la etapa de bonanza jamás conocida en la historia por el extraordinario aumento de precios de las materias primas de exportación. Así mismo, es notable porque las reservas llegaron a un nivel nunca antes conocido y cuando la contratación de créditos con países imperiales alcanzó proporciones increíbles que no solo nos hicieron perder la independencia económica sino también la política. Con esos ingresos, el PIB debió superar el 7 por ciento, las reservas pudieron llegar a mayores índices y no hubiese sido necesario un endeudamiento y menos fuga de divisas.

En tiempos anteriores al actual gobierno, efectivamente, el crecimiento económico era de alrededor del 3 por ciento, pero eso se debía a los bajísimos precios de las materias primas, la inexistencia de remesas de ciudadanos bolivianos en el exterior y diversas dificultades políticas, cuando no se conocía gran producción y exportación de drogas y otros. En verdad, si en esos tiempos pasados las cotizaciones de los recursos de exportación hubiesen llegado a los niveles de la época de bonanza, es posible que el PIB hubiese superado los niveles recientes.

Durante los gobiernos de fines del siglo pasado, salvo excepciones, las autoridades flotaban en realidad pequeños préstamos (15 o 20 millones de dólares) para necesidades de urgencia en vista de que los precios de las materias primas eran bajísimos y no podían sostener el Estado. Eso nadie pone en duda. Pero, al presente, existiendo importantes respaldos, altos precios de las materias primas, las reservas elevadas y la deuda externa relativamente alta, ahora se hace empréstitos que alcanzarían a los 10 mil millones de dólares e ingresos “extras”, etc., endeudar al país parece algo verdaderamente ilógico y antinacional, comparación que hizo calificar al vicepresidente García Linera a los gobernantes anteriores a Evo Morales de “levudos”, sin que éstos, además, puedan decir esta boca es mía.

En ese contexto, se produjo la anulación del llamado “segundo aguinaldo” que ha provocado más reacciones contrarias que favorables, pero sus efectos políticos y económicos tienen perfiles alarmantes, como la reacción obrera, el desengaño de los empleados públicos y, en particular, del comercio, pues al ser retirados de la circulación más de tres mil millones de bolivianos, se paraliza en cierta medida la economía, desciende la demanda, caen los precios y se cierra aún más el mercado interno, mientras las empresarios se limitan a ofrecimientos genéricos que no resuelven una especie de pandemónium originado en la “nueva política económica” de la economía plural y el descubrimiento de que el “blindaje” de la economía había estado oxidado.

Una perspectiva de incertidumbre enfrenta la opinión pública ante la errática política del Ministerio de Economía desde sus orígenes, por utopías populistas con la visión de construir castillos al aire sobre arenas deleznables.