Recuerdos del presente
En pocos días de este octubre se informó de dos territorios que han sido perdidos por Bolivia aunque figuraban como bolivianos en los más recientes mapas.
La directora de la Aduana Nacional, Marlene Ardaya, admitió que el territorio comprendido en la línea divisoria con Chile entre Pisiga y Tambo Quemado (unos 120 kilómetros en línea recta) no pueden ser controlados por el Estado boliviano. Allí, el contrabando es el que manda, contrabando de todo: drogas, ropa usada, autos, lo que sea.
Ardaya dice que las bandas de contrabandistas se disputan esos territorios y que nada puede hacer la Aduana, salvo que participe el Ejército. Pero los comandantes están muy ocupados y parecen no tener interés en entrar en esa guerra.
Pocos días después, el ministro de Gobierno, Carlos Romero, informa que el territorio fronterizo con Brasil que comprende San Matías, una ciudad boliviana que por la noche debería llamarse Ciudad Juárez, por los narcotraficantes que la controlan, también es un territorio perdido. Allí, bandas de narcos asesinaron el jueves 20 de octubre a cuatro personas y nadie sabe nada.
Como el litoral, como el Acre, como el Chaco, Bolivia tiene territorios perdidos pero que no figuran en mapas de países vecinos, aunque han dejado de ser bolivianos. No son países vecinos quienes controlan esos territorios, sino poderes económicos transnacionales.
Hace un año, el gobierno del Estado Plurinacional decidió instalar en Yapacaní un cuartel de la fuerza antidrogas Umopar, pero los habitantes, donde figuran muchos colombianos, le bajaron el pulgar, le dijeron no, ni hablar. Bolivia no puede poner un cuartel antidrogas en Yapacaní, porque ese territorio ya no le pertenece.
Los territorios perdidos van en expansión. El superestado del Chapare está creciendo. La semana pasada hizo todo lo necesario para llegar, con su poder económico, al municipio de La Guardia, en Santa Cruz.
Las todopoderosas empresas chapareñas que venden ripio incluso a Paraguay, a pesar de las distancias, han tomado control de los lechos de los ríos con el pretexto de una “pausa ecológica”. Esas empresas venden el ripio del Chapare en Bs 130 el cubo, a pesar de que deben recorrer más de 330 kilómetros, y compiten con las empresas cruceñas que juegan como locales.
No hay que despedir a los abogados contratados en La Haya. Pronto Bolivia podría necesitarlos para reclamar los territorios tomados por las mafias.
Avaroa tenía razón: no hay que rendirse.
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