Como reacción a los éxitos que tuvieron los nacionalistas durante los gobiernos de David Toro y Germán Busch (Nacionalización del petróleo, creación de YPFB, Constitución social, aumento del apoyo obrero, etc.), los populistas de varios grupos políticos redoblaron su envidia a los nacionalistas. Para ellos el enemigo ya no era la oligarquía sino el nacionalismo. Es más, cuando algo después los nacionalistas tomaron el poder con Radepa (grupo de militares populistas progresistas, pero con un ala conservadora) en 1943, y empezaron a aplicar medidas revolucionarias (nacionalización de minas, abolición del pongueaje, creación de la Federación de Mineros, etc.), alzaron el grito al cielo y adoptaron en la más enérgica oposición al gobierno Villarroel-Paz Estensoro. Es más, se aliaron en los hechos con los partidos más conservadores del país y que representaban los intereses de la oligarquía minero-latifundista y con esa alianza derrocaron al gobierno, colgaron al presidente Villarroel e intentaron hacer lo mismo con los nacionalistas.
Más todavía, los izquierdistas (PIR, POR, etc.), ya alineados en el populismo de derecha, ingresaron al gobierno “rosquero” para cogobernar y restaurar el viejo régimen. Esa falta de moral política fue el suicidio de ese populismo reaccionario, ideología subterránea del infantilismo de izquierda aunque disfrazado de “revolucionario”, “marxista” y otros anzuelos para atraer el apoyo popular. Esa esencia del populismo fue asimilada no sólo teórica sino también prácticamente por los partidos con careta de marxismo-leninismo, trotskismo y otras lindezas, impostura que fracasó y periclitó sin vuelta de hoja y está registrada con letras de alto relieve en la Historia de Bolivia de mediados del Siglo XX. Para estos populistas el enemigo no era la oligarquía. Era el MNR.
En síntesis, la evolución política del populismo, a partir de su aparición en los años veinte, se dividió en una corriente progresista encabezada por la juventud de la clase media rebelde que se apoyaba en las masas obreras y campesinas, y una tendencia subjetivista inclinada a favor de los pequeños empresarios, artesanos y capitalistas de bolsillo y que, actuaba según las circunstancias revelando un oportunismo ostensible. En términos menos ambiguos, los nacionalistas, más consecuentes, se apoyaban en premisas como la formación económica determinada, mientras los populistas hablaban del “fatalismo histórico” y se convertían en apologistas del régimen; los revolucionarios hablaban de conquistar la nación y los ortodoxos se apoyaban en una idea abstracta y mecanicista del determinismo que se deslizaba hacia el voluntarismo fatalista, ante el que no existía otra opción que prosternarse servilmente. En realidad, este populismo era el reverso de la moneda de la juventud intransigente que veía que lo que había que transformar era la colonia en nación y pasar del feudalismo a la democracia.
Pero, ese populismo reaccionario (con careta socialista) en vez de curarse del mal se agravó cuando, en vez de reconocer el error y corregirlo y no volver a caer en él, repitió la equivocación (1964), lo cual fue una estupidez mayúscula, pese a que estaba advertido de lo que estaba haciendo, lo que le volvió a costar nuevos padecimientos y ser arrojado al basurero de la historia. Pero, finalmente, pese a todo, con pleno conocimiento de causa, llegó al poder (con la UDP) al ser sacado de la tumba por increíbles circunstancias y así poner en práctica esa “ideología” populista tantas veces fracasada, aunque, naturalmente, para provocar un nuevo desastre aun en medio de las condiciones favorables.
En contradicción de esa teoría de que se puede construir el socialismo sobre los saldos de la primitiva comunidad originaria sin atravesar la etapa capitalista, confirma que la comunidad se descompone, no hay la menor posibilidad de aplicar medidas socialistas y, más bien, el sistema económico capitalista desarrolla con intensidad. Inclusive la concepción equivocada de la realidad, conduce a la sociedad no al Socialismo del Siglo XXI que proponía sino a un capitalismo salvaje que, además, tiende más al feudalismo del pasado que a la democracia del futuro, lo que equivale al ¡Capitalismo del Siglo XXI!
El populismo nativo reaccionario no va, pues, a ninguna parte. No es comunitarismo, no es capitalismo, no es socialismo y su expresión ilusoria es el “pluralismo económico” que, como el populismo, es otra utopía, más aún cuando la evolución histórica del país ha superado los principales rasgos feudales y la realidad marcha sobre bases objetivas con más de medio siglo de vida.
Este populismo de derecha, pues, al margen de ser utilizado (como se hace corrientemente) como palabra despectiva y, considerado, en cambio, en su contenido económico, fracasó no solo en teoría, sino, en especial, que la prueba de fuego de la práctica, lo que lo ha descalificado en forma definitiva, hecho innegable que se demuestra a lo largo de la historia de Bolivia del Siglo XX; que se ve al desnudo en forma concreta en la formación económica y las relaciones de producción creadas por ella; en la clase de “maneja” el orden de cosas, creando otras clases con sus propias formas de reacción; poniendo en claro las contradicciones de la sociedad, etc.
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