Por algún azar del destino en este mes han ocurrido muchos acontecimientos históricos en el mundo, como es la mentada Revolución rusa, pero particularmente en La Paz, que fue fundada un 20 de octubre de 1548 con el nombre de Nuestra Señora de La Paz por Alonso de Mendoza, conquistador español que buscaba la pacificación a las luchas virreinales del Perú. En efecto, en La Paz se han dado la mayor parte de los acontecimientos políticos de relevancia, particularmente a partir del siglo pasado y en el presente siglo, como ha sido el recientemente denominado “octubre rojo” en rememoración de la revuelta ciudadana en la ciudad de El Alto, que dio lugar a la renuncia y huida del presidente Gonzalo Sánchez de Lozada a los Estados Unidos de Norteamérica.
Curiosamente, este último hecho referido, tuvo como antesala la primera insurrección del presente siglo que se suscitó durante el segundo mes del 2003 denominado “Febrero Negro”, acción motivada por las medidas económicas implementadas por el gobierno de Gonzalo Sánchez de Lozada, como fue el impuesto a los salarios. La rebelión comenzó con el amotinamiento del Grupo Especial de Seguridad (GES), hecho que produjo enfrentamientos fatales de integrantes de la institución verde olivo con militares, claro está al margen del sui generis caso de sublevación de estudiantes del colegio Ayacucho, de La Paz, que apedrearon el Palacio de Gobierno.
Pero también se recuerda el retorno de la democracia, cuando volvió al gobierno el Dr. Hernán Siles Zuazo por la vía democrática el 10 de octubre de 1982 apoyado por una coalición de partidos políticos denominada Unidad Democrática Popular (UDP). De este modo también este año se recordó la existencia de más de tres decenios del actual régimen democrático que surgió con una presidencia frágil que tuvo que enfrentar una muy difícil situación social, económica y política, cuyo corolario fue un cambio del modelo de crecimiento que duró muy poco y que fue sustituido por el actual modelo vigente, cuya suerte depende, en gran medida y hasta el momento, de la existencia de precios internacionales de los bienes obtenidos por el extractivismo.
Sin embargo estos acontecimientos no solo representan hitos históricos relevantes sino que también conllevan otros hechos importantes que merecerían ser recordados no solo por la significación histórica que tienen, sino porque podrían explicar mejor los acontecimientos que hoy se recuerda con alguna insistencia, sin aquilatar su proyección que podrían tener en el futuro.
En efecto, probablemente podría ser muy importante preguntarse de qué manera se logró mantener más de treinta años el actual sistema democrático pese a que su desarrollo está impregnado de demasiadas imperfecciones que seguramente en el pasado podría haber dado lugar a una pronta interrupción como fácilmente se dio en diversas oportunidades en nuestra historia. Por ejemplo, resulta incomprensible cómo en Venezuela, con una situación económica tan frágil y un manejo institucional tan discrecional como arbitrario, todavía puede subsistir al actual gobierno frente a un pueblo y sus fuerzas armadas que parecieran solo tutelar el caos y el atropello político, sin medir las consecuencias en el largo plazo, que tiene que ver con el destino nacional.
En el caso de Bolivia, donde no contamos con un equilibrio e independencia de poderes, inclusive con la inexistencia de un poder institucional tan importante como es la justicia, cómo se puede pensar que aún seguimos viviendo en un sistema democrático, que es la forma que elegimos libremente para convivir civilizadamente los bolivianos. Probablemente, en ambos casos, hay otras fuerzas que están más allá de nuestras fronteras y que forman parte del contexto por el cual existe con palpable evidencia esa categoría llamada “dependencia”, que en realidad tiene más fuerza que nuestra propia voluntad y destino.
No hay duda que ante el fenómeno provocado por la hiperinflación, nuestro país estuvo al borde de un colapso político social de impredecibles consecuencias de no haber sido la mediación de la Iglesia Católica, ya que las Fuerzas Armadas, aunque tenían el poder de poner un cierto orden, no se animaron asumir la responsabilidad de gobierno porque el contexto internacional le era adverso y porque el país no tenía la posibilidad de auto sustentarse.
Lo propio ocurrió con el Febrero Negro, que dio lugar a que el desaparecido Cardenal Julio Terrazas, promoviera nuevamente un Pacto Social, para lo cual movilizó infructuosamente a la Iglesia Católica. Sin embargo, por la incomprensión de los partidos políticos que pensaban que no era necesario este esfuerzo, sin darse cuenta, especialmente el propio Sánchez de Lozada, no advirtió que su suerte estaba echada poco tiempo después, teniendo que huir del país y probablemente para nunca más volver. Lo propio ocurrió con los partidos políticos de aquel entonces que luego desaparecieron del escenario, salvo el Movimiento Al Socialismo que ahora disfruta de las bonanzas del poder, aunque en medio de una posible crisis institucional, económica y política que no se ve, aunque se huele.
El Febrero Negro también deja otras lecciones que debemos aprender y tomar en cuenta. La chispa que se encendió como se dijo, fue a consecuencia de querer implantar un tributo adicional al ingreso personal, paralelo al actual régimen tributario del IVA, que fue impuesto para sustituir el régimen tributario que estuvo vigente antes de la crisis hiperinflacionaria de la UDP. Sin embargo, cuando a raíz del decreto de estabilización del 21.060 se implantó un incremento brutal en el precio de los carburantes no pasó nada y la sociedad lo aceptó sin reclamos, dado que tenía la esperanza de amortiguar o superar el fenómeno inflacionario.
En efecto, el precio de los carburantes fue elevado tomando como referencia un “imaginario” precio del petróleo equivalente a 75 dólares el barril, cuando éste apenas estaba en 19 dólares, a fin de que la diferencia de los 46 dólares fuera directamente a financiar los recursos del Tesoro de la Nación en más de un 40% de sus gastos, lo que favoreció definitivamente al éxito de la política de estabilización propuesta. Es decir, dependiendo de las circunstancias del contexto, en este caso, fue una hiperinflación galopante, la que permitió una política de precios que en otras circunstancias no hubiera sido posible aplicar como ocurrió con el pretendido impuesto que tuvo tan tremendas consecuencias políticas y sociales.
El Ing. Com. Flavio Machicado Saravia es Miembro de Número de la Academia Boliviana de Ciencias Sociales.
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