El Presidente del Estado Plurinacional, que nos gobierna hace más de una década, en una de sus diarias alocuciones afirmó que: “Cuando la derecha pide permanentemente la independencia de los poderes del Estado, pienso que quieren descuartizar todas las estructuras del Estado Plurinacional”. Este lamentable juicio del primer mandatario o sea del que recibió un mandato del pueblo para gobernar el Estado dentro de los lineamientos de la democracia, y el estado de derecho, nos lleva a la duda de si los actuales gobernantes son en verdad demócratas, pues como lo dijimos en otra nota, en estas mismas páginas: “no hay democracia sin demócratas”.
El creer que la división e independencia de poderes del Estado es una pretensión de las corrientes políticas que el régimen populista las califica de derecha, para afectar la estructura organizativa del Estado, resulta un extravío mayúsculo, pues, como sabemos, el sistema de gobierno de la democracia, definido por Abraham Lincoln, es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo y tiene su origen, como casi todo el ordenamiento social de la cultura occidental, en la antigua Grecia, donde el sabio Platón calificó a las formas de gobierno en monarquía (gobierno de una persona), aristocracia (de un grupo selecto) y democracia (gobierno del pueblo), conceptos que fueron tomados en la doctrina del liberalismo, con sus variantes en las revoluciones inglesa de 1646 y 1688, francesa de 1789 y norteamericana de 1776.
Fue el libertador Simón Bolívar que en su proyecto de Constitución Política aprobada por la Asamblea en 1826, introdujo en la Ley de Leyes, la filosofía liberal democrática, basada en la soberanía del pueblo para elegir a los gobernantes y la absoluta independencia del Poder Judicial (Art.97), principios que en las siguientes constituciones hasta la actual del Estado Plurinacional, sostienen la independencia, separación de los Órganos (Art. 12 I) y en el Art. 12 III dice: “Las funciones de los órganos políticos no pueden ser reunidas en un solo órgano ni son delegables entre sí”.
Si bien ya en la antigua Grecia se practicó la democracia directa (Atenas) y se planteó las tres funciones del poder: de legislar, ejecutar y administrar justicia, fue Montesquieu que en su obra: “El Espíritu de las Letras” establece la doctrina de la división de los poderes del Estado, es decir como una separación de competencias, la igualdad de jerarquía entre ellas, pero buscando la coordinación.
La división de los poderes del Estado pretende el equilibrio entre los órganos del poder, para garantizar la libertad pública y evitar la concentración del poder político en una o pocas personas, pues como lo dice el mismo Montesquieu: “el que ejerce el poder, tiende a hacer uso y abuso de él”, por ello los tres poderes deben estar en jerarquías independientes pero iguales.
La larga lucha de los pueblos contra las anarquías absolutas y su carácter divino, se hizo realidad en las revoluciones europeas y norteamericanas de los siglos XVII, XVIII y las latinoamericanas del Siglo XIX.
En la Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en Francia (1789), en su Art. 16 se establece: “Ningún Estado tendrá Constitución, si no tiene declaración de derechos y división de poderes”.
La Carta Democrática Interamericana (OEA) dice en su Art. 3: “Son elementos esenciales de la democracia representativa… el respeto a los derechos humanos y las libertades fundamentales… y la separación e independencia de los poderes públicos”.
La doctrina de la democracia tiene como elementos fundamentales: la soberanía popular, el estado de derecho, la división y separación de los poderes del Estado, la alternancia en el ejercicio del poder; la libertad de pensamiento, expresión e información y fundamentalmente el respeto y preservación de los Derechos Humanos.
El argumento del descuartizamiento del Estado, debido a la independencia y división de los poderes y órganos del Estado, resulta una postura anti democrática y de carácter autoritario, como una característica de los regímenes populistas que todavía quedan en nuestra América, conceptos que ya los expresó el señor Daniel Ortega, presidente de Nicaragua en su homenaje a Chávez Frías en Caracas el pasado año.
La “democradura” que vivimos en esta parte del mundo, debe ser superada por una auténtica democracia, donde los valores ciudadanos y cívicos de libertad, justicia y solidaridad, sean la base de una democracia como sistema de vida en la sociedad organizada en Estado.
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