Carencia de planificación y apoyo a la agricultura, al margen de los fenómenos naturales, ha determinado que la agricultura haya perdido no solamente mucho dinero sino mercado y hasta deterioro de ricas tierras de cultivo.
Por sequedad o excesivas lluvias en determinadas regiones, carencia de abonos y falta de atención por parte de campesinos y agricultores que han abandonado sus áreas en las que sembraban todo tipo de tubérculos, frutas y otros productos, esos lugares han quedado totalmente descuidados y en muchos casos sujetos a una desertización inminente, no solamente por la carencia de agua sino por no ser removida la tierra con motivo de siembras y cosechas.
Los fenómenos como El Niño y otros han sido olvidados en aspectos de prevención y se ha creído, bastante ingenuamente, que “es la misma naturaleza la que pone remedio a sus falencias”, criterio que está muy lejos de la realidad, porque las tierras cultivables requieren, de todos modos, la mano del ser humano, la provisión oportuna de semillas y abonos, los cuidados precisos para liberarlas de malezas y vegetación insulsa, además de prevenir riesgos con la oportunidad debida.
Otro problema grave y que ningún gobierno se ha atrevido a enfrentar es el minifundio creado en forma discrecional por la Ley de reforma agraria, que ha dispuesto la distribución de tierras llamadas latifundios y que, según el gobierno “revolucionario”, debían ser distribuidas entre los “hombres que trabajan” y lo hizo dividiendo en parcelas extensos terrenos de cultivo que no sólo proporcionaban trabajo a los campesinos sino que eran partícipes de los beneficios que daban las cosechas porque las compartían con los dueños de las tierras, además de contar con parcelas de propiedad y uso exclusivo de ellos y sus familias.
El minifundio ha dado lugar a que no se pueda cultivar más porque los terrenos quedaron reducidos y hasta era imposible el paso de las “yuntas de bueyes” por no contar con los espacios necesarios. Ante esta situación, los nuevos propietarios, conjuntamente sus hijos más jóvenes, preferían emigrar a las ciudades en pos de cualquier trabajo que les rinda lo necesario para vivir. Son muchos los factores determinantes para que se empobrezcan las tierras, se deje de labrarlas, se las prive de las manos experimentadas de campesinos y se deje campo a la importación de productos que antes proveían a los mercados no solo de lo necesario sino que había producción para exportar y se lograba semillas de alta calidad que eran aprovechadas en futuras siembras.
El gobierno, conjuntamente profesionales especializados, debería estudiar que los campesinos retornen a sus áreas de trabajo, retomen las labores de sus tierras, cuenten con asesoramiento, semillas y abonos y vuelvan a cultivar; son necesarias medidas que eviten nuevos quebrantos en la actividad agraria.
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