Huracán Ramírez en Bolivia

El 23 de septiembre se recordó el 99 aniversario de nacimiento de El Santo, uno de los luchadores legendarios de México, quien, según sus familiares, resulta que es más querido en otros lados que allá. El País, de Madrid, España, da cuenta que Rodolfo Guzmán Huerta era su nombre real, fue un héroe de la cultura popular y un icono pop mundial, razón por la que Google decidió conmemorar su nacimiento con un doodle en América. Tal acontecimiento nos hizo recordar que el enmascarado de plata, junto a otro emblemático personaje del “deporte de los costalazos” o el “agárrate como puedas”, Huracán Ramírez, estuvieron en Bolivia hace décadas, y con sus presentaciones llenaban de tope a tope el coliseo nuestro. Fue allá por los 70, cuando fueron acogidos con muestras de cariño y tratados como verdaderos ídolos.

Hugo Gamarra, fotógrafo de profesión, aún en este oficio que no deja de ser un arte, recuerda con nitidez esas épocas hermosas, y señala: “los recibimos acá a Huracán Ramírez, El Santo, Mil Máscaras, entre otros; alborotaron nuestra tranquila existencia con esos lindos espectáculos que dieron, y entablé amistad con ellos, particularmente con Huracán Ramírez, nos hicimos grandes amigos”, a tiempo de denotar nostalgia por aquellos años ya idos.

A nuestra petición de relatarnos pasajes de lo que fue esa presencia de tan connotados luchadores y actores de cine del entonces denominado “deporte de las multitudes”, de inmediato desgrana sus recuerdos con los ojos brillantes de darse esa satisfacción, refiriendo: iba a sacarles fotos al coliseo durante sus presentaciones, fue cuando hice amistad, sobre todo, con Huracán, a quien le servía como guía. Le gustaba La Paz, de la que solía decir que era un pueblo grande, agradable, que se sentía como en su país, dadas las similitudes que tenía con la urbe donde vivía. También por esas décadas -como un añadido a propósito del tema- ya había tenido semejantes conceptos el famoso cantante Vicente Fernández, quien, luego de arribar a estas tierras, y recorrer por calles y avenidas en una gran caravana con vehículos desde el aeropuerto al centro capitalino, exclamó: nunca pensé encontrar otro México, en Bolivia.

Gamarra relata que Huracán Ramírez se deleitaba bastante con la gastronomía paceña, y evoca: “me decía, Hugo, pos llévame por favor otra vez a comer ese platito exquisito”, refiriéndose a unas deliciosas “tripitas”, cocidas y retostadas, que vendía una señora de pueblo frente al cementerio general. “Íbamos hasta allá las veces que vino a Bolivia, hoy esa mujer de pollera ya no está, todo ha cambiado, hasta los sabrosos platos típicos de antes ya no los encontramos. Él era de extracción humilde, joyero de oficio. En realidad los luchadores de allá de entonces no eran de alcurnia, sino gente de pueblo, como aquí. Le gustaban los picantes surtidos y todo plato típico. Hicimos vida social; durante su estadía lo tuve en mi casa de Calacoto, mi madre le preparaba un picante de conejo, con otras carnes, que lo dejaba satisfecho, recibiendo el agradecimiento suyo y como retribución, en México, cuando lo visitaba, ingresaba junto a él desde el camarín hasta el cuadrilátero, y muy bien atendido.

Le presenté a amigas, entre ellas a Eulita, la que era la hija de un famoso joyero que tenía su negocio en la calle Potosí y le hacía las joyas al presidente Víctor Paz Estenssoro. Se la llevó a su país, se casaron, y tienen una hija. En efecto, Euly Fernández, boliviana, paceña, es la esposa de Huracán Ramírez, quien falleció el 1 de noviembre de 2006, a los 80 años de edad, de un paro cardiaco. Su nombre real era Daniel García Arteaga. Su hija Karla García, en la capital azteca, aún conserva todo lo que ha representado su señor padre para los cientos de millares de amantes de la lucha libre.

Hugo Gamarra también recuerda que Huracán Ramírez era una gran persona, muy sencilla, y que la máscara sólo se la ponía al bajar del avión, y para subir al ring. Era un gran estilista, asegura, a tiempo de destacar su llave preferida la “huracanada”, aunque la última vez en el cuadrilátero ya comenzaban a pesarle los años. Me pidió “Hugo, pos llévame al cine, he visto que en una sala están proyectando una película mía que hace muchos años ya no la dan en México -continúa recapitulando- y entonces lo llevé al cine Plaza, que era de funciones continuadas, situado en Plaza Murillo, donde la exhibían. La sala llena y al medio nosotros, él sin máscara, vio con emoción contenida el filme que había hecho hace bastantes años. Quién de los espectadores iba a imaginar que ahí estaba, entre ellos, Huracán Ramírez, quizá pensé en gritar ¡aquí está!, pero no me animé. Posteriormente volvió a llegar, pero ya con su hija, pequeña entonces, hoy casada con el hijo de El Santo”, rememora Hugo Gamarra, quien concluye destacando: “de mil fotógrafos que hay en La Paz, 900 son de mi escuela, puesto que yo era el noveno fotógrafo, traje la máquina Luminar, y tenía 16 tiendas en Bolivia”.