Una de las regiones del país donde con mayor intensidad y velocidad se desarrolla el sistema capitalista indígena es el Chapare, zona tropical de Cochabamba, al igual que en los Yungas de La Paz y Caranavi.
Entre otros aspectos, en el Chapare la economía natural evolucionó a la mercantil y ésta ha llegado a nivel capitalista. La producción de coca, fruta, hortalizas, madera, etc., ya no se produce para consumo familiar, sino para la venta. El trueque ha desaparecido (igual que la yapa). La renta territorial de tipo diferencial establecida en la región se extiende con normalidad y sin limitaciones a la práctica libre de las leyes del mercado y los agricultores practican de manera espontánea la fijación de los precios de acuerdo con la oferta y la demanda.
Con anterioridad a la reforma agraria, en esta región la circulación del dinero era mínima, pero al presente circula a todo nivel y todo se compra y se vende. Es más, el dinero adquiere la calidad de capital. Esa forma económica determina que la masa de pequeños y medianos agricultores que conforman la agricultura de esta región, tienda a dividirse en población sin tierra, que solo tiene su trabajo para vender y, por otro lado, se produce la acumulación de la riqueza en pocas manos. Ese fenómeno de separación del trabajador de la tierra está generalizado. Es más, ha originado un tipo especial de “sindicalismo” en el que solo participan los dueños de tierras y no permiten la participación de campesinos sin tierra, quienes son objeto de discriminación y aun de racismo. Aunque son jurídicamente libres, viven al borde de la proletarización y solo tienen para vender su trabajo a los empresarios indígenas.
Se presenta entonces un sistema capitalista de producción de notable explotación al obrero y el capitalista indígena paga bajísimos salarios, ningún beneficio social paga, hace trabajar hasta 14 horas al día, inclusive feriados, no aporta alimentación, etc. En algunos casos paga el salario en especie (coca, ropa usada, etc.); a veces otorga préstamos en dinero para asegurar sus servicios y pagar menos salario. La explotación es extrema y está garantizada por la “presión sindical” de pequeños patronos que aplican las leyes de un capitalismo salvaje y darwiniano y, por supuesto, ignoran la legislación laboral vigente.
Muchos de los pequeños agricultores del Chapare reciben tierra desde 1970 en promedio de 50 hectáreas. La tierra (si bien no tiene valor) adquiere precio y hoy se vende y se compra, pese a que está prohibida (Constitución, Ley INRA), en especial para pequeños y medianos agricultores, lo que origina comercio clandestino de tierras y precios arbitrarios. También existen préstamos sobre la tierra, aunque son usurarios. El comercio de tierras es intenso y desarrolla la propiedad privada a la vez que determina la concentración de la tierra en pocas manos.
En síntesis, en el Chapare están en práctica todas las leyes del desarrollo capitalista, pese a que se predica contra el capitalismo. Además, por esas características regionales, esa región ha adquirido cierta independencia política y hasta se habla de la “democracia” de la coca y hasta del “Estado” cocalero. En medio de ese pequeño capitalismo existen empresas capitalistas de Estado que son objeto de resistencia creciente.
En el Chapare hay grandes saldos de la economía mercantilista que creen que el comercio engendra la ganancia capitalista y no la producción (excepto la agrícola), y que los obreros y empresarios son algo “inútil” y que hay que sustituirlos por la “comunidad”, opinión originada en que el capitalismo de la región no se ha desarrollado y no ha aparecido la industria. Sus “ideólogos” no consideran que la riqueza solo aparece en la etapa de producción material y no en el comercio, opinión muy generalizada en todo el país por la economía mercantil dominante y donde se originan ideas pequeño burguesas y la teoría utópica y reaccionaria: el populismo. Se podría considerar que la población del Chapare es la vanguardia del capitalismo indígena, aunque sus “teóricos” han abandonado la ideología del trabajador y han adoptado la ideología del pequeño empresario, la democracia del pequeño capitalista.
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