Eduardo Quiroga Crespo
En los últimos años, en la bibliografía y prensa se ha mantenido un encendido debate sobre los beneficios/desventajas de la biotecnología para la agricultura nacional. La cerrada posición contra la biotecnología, entendida ésta como la manipulación genética, de hace dos décadas poco a poco está cambiando y abriéndose a las evidencias internacionales, habiéndose permitido hace poco el cultivo de soya genéticamente modificada en el oriente del país, perspectiva que seguramente se ampliará a otros productos de la agricultura comercial, y que en algún momento se requerirá analizar para el caso de la agricultura familiar de Bolivia.
La principal razón para impedir la producción de biotecnología transgénica es la salud humana. Se teme que produzcan alergias o intolerancias alimentarias, una posible resistencia a antibióticos usados por el ser humano, y más aún malformaciones y enfermedades extremas. Sin embargo, al fin de varios años de debates no existe prueba concluyente de que esto sea así. Desde el punto de vista biológico, el cultivo de transgénicos resistentes a herbicidas puede inducir a la aplicación más potente de éstos, con el consecuente peligro ambiental en tierras y aguas. Económicamente, se critica al monopolio que empresas privadas como Monsanto pretenden sobre sus productos, por ejemplo las semillas, haciendo a los agricultores dependientes de tales transnacionales. Agronómicamente se argumenta que promueven el monocultivo y la agricultura extensiva, con lo que se atenta contra la diversidad característica de las agriculturas familiares. Finalmente, desde un punto de vista ideológico se idealiza la agricultura familiar/campesina como una expresión cultural a conservar y como proveedora de más del 50% de los alimentos consumidos en Bolivia, olvidando que es el segmento donde reside la pobreza más extrema, pues produce alimentos a precios bajísimos, lo que permite alimentar a la población urbana sin presiones inflacionarias.
La idea de usar biotecnología para mejorar esta situación no es descabellada y ya existen importantes avances en el mundo al respecto. Según la FAO (Biotechnologies at Work For Small Holders, 2013) informa de experiencias recientes y exitosas de biotecnología con pequeños agricultores; en Sri Lanka se logró liberar de virus y hacer más productivo al cultivo de banana modificando algunos caracteres genéticos sin alterar el fenotipo general en centros públicos de investigación ligados a centros internacionales de desarrollo. En India se obtuvo variedades más resistentes a la sequía y las enfermedades de mijo mediante la identificación del mapa genético y el uso de marcadores moleculares para, mediante cruzamientos, crear variedades híbridas adecuadas. Finalmente en Ghana se produjo variedades de camote libres de hongos, virus y bacterias mediante técnicas de cultivo de tejidos. En los tres casos se verificó importantes incrementos de los ingresos económicos.
La biotecnología, aparte de la manipulación genética, comprende áreas como el cultivo de tejidos, la selección asistida por marcadores para la resistencia a enfermedades, tolerancia a sequía, a la sumersión y variedades menos demandantes de nutrientes, así como la producción de plantines in vitro libre de enfermedades, la aplicación de biofungicidas, la producción de biofertilizantes o bioestimulantes, y otros.
La contribución de la biotecnología a la pequeña agricultura en Bolivia puede darse, por ejemplo, en cultivos estratégicos como el trigo y maíz, entre cuyos condicionantes tradicionales se cuenta el viento y la excesiva humedad que da origen a enfermedades y plagas en el oriente, mientras que en occidente el medio semiárido y excesivamente seco y las plagas como el gusano cogollero, que en 2016 está afectando la mitad del maíz cultivado. Estos problemas pueden ser enfrentados por avances ya verificados en otros países como México, donde el Centro de Ciencias Aplicadas y Desarrollo Tecnológico de la UNAM (Ccadet) informa de avances biotecnológicos sobre el trigo en el control a la roya del tallo, control al enanismo, mejora de la calidad alimenticia, tolerancia a herbicidas, a la sal, y a la sequía o como Colombia, donde la agrupación AGROBIO de Colombia reporta variedades modificadas genéticamente que ofrecen resistencia a insectos y tolerancia a herbicidas. Como Gary Rodríguez del Instituto Boliviano de Comercio Exterior (IBCE) comentaba en un artículo, los alimentos biotecnológicos fueron ideados para bajar su costo de producción por un menor uso de plaguicidas y para evitar que disminuya su rendición. Por tanto, contar con variedades que permitan disminuir las mermas por sequías/humedad y/o que sean más resistentes a plagas (insectos hongos y otros) sería un gran aporte para la agricultura familiar, pues los ingresos se estabilizarían, y para el país, pues, se evitaría la escasez interna de alimentos y la erogación de divisas por la importación de los mismos.
Esfuerzos como los citados por la FAO muestran que es posible incorporar biotecnología en beneficio de los pequeños agricultores, obviando la criticada participación de las transnacionales privadas, a partir de laboratorios de excelencia nacionales ligados con centros de investigación internacionales para el desarrollo y sin fines de lucro, controlando así el tipo e intensidad de la biotecnología que se incorpore.
El autor es economista.
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