Partidismo distorsiona la política

El partidismo utilitario distorsiona la política, la convierte en un negocio y deja de ser servicio. Esto se está observando en estos días con meridiana claridad. Alguien utilizó la sigla de un partido virtualmente desaparecido para su provecho personal. Menos mal que el organismo electoral detectó el caso y adoptó la medida correspondiente.

Pero, lamentablemente, este es un caso que adquiere publicidad, el resto pasó desapercibido por la simulación que se emplea para escalar posiciones y tomar la política como un trampolín de beneficio propio. Sin duda, en ello tiene que ver la ética personal, pero hay gente –tal vez mucha– que se hace a un lado de ella y actúa sin mayores escrúpulos.

Esto no es nuevo, data desde siempre, aprovechándose de la política, mediante un partidismo que no se siente, pero que se lo emplea discrecionalmente. Este ha sido, en el fondo, el origen del fracaso de muchos partidos que llegaron al poder, pero que se los usó más para fines personales. Obviamente, el mayor perdidoso ha sido el país, aparte de acarrear el desprestigio de los partidos. Consiguientemente, de la política.

Buena parte de la gente ha formado un criterio adverso hacia la política, por habérsele hecho suponer que era una escalera para subir y encubrir intereses personales. Es justo decir, en esta instancia, que no todos los militantes políticos tuvieron un comportamiento de tal índole, pero se dice que una manzana podrida deteriora la calidad del conjunto de ellas.

En todo tiempo de la historia nacional ha habido quienes han abrazado la política para servir al país, en la medida de sus posibilidades y, en especial, de sus expectativas de servicio, pero esos casos han sido ensombrecidos por gente arribista y aprovechadora de la política, al extremo de desprestigiarla y con ello distorsionar las buenas intenciones de los patriotas que quisieron cumplir una noble y honrosa labor en provecho de los intereses públicos y de la nación.

Todo ello ha ocasionado que ciertos aventureros incursionaran en la política, desprestigiando a quienes con todo afán de servir a la patria fueran confundidos con ellos, dando lugar a lo que en líneas precedentes anotamos, de que se ha desprestigiado a la política y a los partidos creados con fines honestos.

Esto se está observando con la juventud actual. En el pasado, desde las universidades surgían las corrientes políticas hasta impulsar la creación de partidos. En la actualidad, los jóvenes han perdido el interés en la política, precisamente por el desprestigio que le han inferido los aprovechadores de este medio, para cumplir sus ambiciones e intereses personales, en desmedro y traición a los partidos creados para servir y no servirse de las posibilidades que tiene la administración de los intereses públicos, representados por el Estado.

Aunque sin mayores intenciones, el caso se presta para que hayan quienes, legítimamente o no, opten por considerarse más aptos que el resto para pretender hegemonizar el poder, por las buenas intenciones que les impulsa de seguir haciendo un buen servicio público, antes de que el poder caiga en manos distintas a las suyas, en lo que ha dedicación respecta.

Por todo ello, el actual panorama nacional, en cuanto a partidos respecta, es muy adverso. Virtualmente no hay partidos, los que habían han cumplido su rol histórico o han dejado de atraer el interés público. En efecto, las dos o tres siglas que sobreviven tienen más dirigentes que afiliados. Pareciera que no hay masas que los secunden para seguirles dando vigencia.

Empero, como esto no puede quedar en la indiferencia pública, correspondería imaginar nuevas formas de agrupamiento para persistir en el afán de servir al país, sobre la base del necesario respaldo popular, porque de otra manera se crea un vacío que puede afectar al destino de la patria.

El Estado, de todas maneras, requiere administradores. Si no hay partidos con el crédito suficiente para asumir la tarea, hay que pensar de qué otra forma se puede sustentarlo. Sin mayores dubitaciones, tendrían que ser las organizaciones de profesionales las más indicadas, en función de la eficiencia y el conocimiento necesarios para asumir responsabilidades mayores con el país.

Si la posibilidad fuera plausible, en todo caso habrá que considerar la decisión de la voluntad ciudadana, que en estas eventualidades se pone de manifiesto por medio del voto. No se la puede ignorar, a menos que ella misma se pronuncie por una u otra forma de administrar el país.

No cabe aventurarse a más, solo preocupa el futuro, que cada día se hace más complejo por los avances en las ciencias, la tecnología y el conocimiento en general. Además, se dio en década pasada una opción importante, la globalización. Empero, después de sus iniciales experimentos, resulta que hay dudas sobre sus posibilidades, al menos esto se está advirtiendo en la actualidad en Europa, que es donde más acento adquirió el proceso globalizador.

Otro factor trascendental es la ideología, en el mundo existen varias y se han puesto a prueba todas ellas. Muchos pensadores, desde la impresionante época de los griegos, han dado pautas de comportamiento en el servicio público.

Se podrá disociar de ellas, dejarían de ser imprescindibles, como hasta ahora lo fueron. Este es un asunto que quedará también por resolver, pues por sus contenidos entrañan un aporte significativo para la humanidad en su conjunto.