Hace poco tiempo, una comisión de la OPS/OMS estableció cuatro áreas importantes que habría que atender en el país: nutrición, lactancia materna, anemia y alimentación saludable. Muchas veces, esas organizaciones internacionales expresan parabienes a autoridades de gobiernos de países pobres y subdesarrollados sobre mínimos avances que se alcanza para mejorar la salud de los pueblos; pero las realidades son siempre diferentes porque unos son los datos para la exportación y otros muy diferentes los que se vive internamente en cada país debido a los rigores de la pobreza.
La parte grave es que el rubro de salud es el menos atendido por los gobiernos que se consideran revolucionarios o de cambio porque son razones político-partidistas las que parece los obligan a mantener determinados índices de avances tanto en educación como en salud. Las organizaciones internacionales, por más técnicos que envíen para “evaluar” la situación, no siempre pueden recoger los datos precisos y generalmente basan sus informes en datos oficiales que recogen.
La OPS y la OMS, conjuntamente Unicef, conocen muy bien cuál es la realidad en los países subdesarrollados; conocen que las estadísticas muestran datos parciales porque son levantadas en poblaciones muy reducidas y que generalmente cuentan con algún servicio de salud; pero, en general, la extrema pobreza hace estragos especialmente en mujeres embarazadas y en niños que no cuentan con las provisiones de leche y alimentos que precisan o, la que reciben, en muchos casos las negocian por poco dinero que necesitan para atender urgencias que, según ellos, son más premiosas.
Documentales del mundo pobre, realizados tanto en América Latina como en África y Asia, muestran cuánto quieren cumplir las organizaciones internacionales; pero la buena voluntad no es suficiente como para superar altos índices de pobreza que dan las estadísticas oficiales y que nadie se preocupa por comprobar. Diariamente mueren miles de niños; mujeres con senos flácidos no saben qué alimento dar a sus hijos recién nacidos -valdría el ejemplo de lo ocurrido, en 1968, en Biafra-; esos cuadros están presentes normalmente en el mundo pobre de tres continentes que no encuentran los medios precisos para superarlos.
Nadie puede dudar de la vocación de servicio, los deseos de ayudar y ser solidarios de instituciones como la Organización Mundial de la Salud, de la Organización Panamericana de la Salud y de la Unicef que, muchas veces conjuntamente organizaciones No Gubernamentales (ONG), realizan labor humanitaria muy plausible; pero es su mismo personal que comprobará que nada de lo que se haga es suficiente y no cubre ni siquiera el 10 por ciento de las urgencias de quienes padecen hambre y miseria y mucho menos los cuatro puntos que señalan los organismos internacionales y que dieron origen a esta nota. Será urgente que, como una gran dosis de ayuda, recomienden a los países ricos y desarrollados dar atención a los pobres que padecen no solo hambre sino todo tipo de enfermedades.
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