Raúl González García
Ludovico reposa las manos frías sobre las teclas. Observa a su alrededor. Navega a la deriva sobre una plataforma en el océano ártico, rodeado de icebergs que se desmoronan, sólo acompañado por su piano de cola. Entonces cierra los ojos, respira profundo y empieza a tocar. La soledad y el frío pasan a ser cercanía y calidez; gracias a la música.
Ludovico Einaudi, uno de los músicos y compositores más importantes de la actualidad, colabora junto a Greenpeace en la campaña “Salvemos el Ártico”. En ella, el pianista interpreta una obra compuesta en especial para la ocasión en pleno Ártico con el fin de pedir su protección. Más de ocho millones de personas se han sumado a esta petición. Lo llamativo es que sea la música el medio por el que se haya querido poner voz a estos millones de personas. Que tal cantidad de gente se pueda ver representada en tan solo una pieza resulta sobrecogedor.
Según dice Einaudi, la música es su meditación, su religión, y a través de ella ha encontrado su lugar en el mundo. Les sucede a muchas personas: la música es una religión y los músicos son sus profetas.
Como prueba de ello tenemos el último Premio Nobel de Literatura, otorgado a Bob Dylan; músico, y no por ello menos poeta. Tal y como dice la Academia Sueca, encargada de conceder los galardones, le ha sido otorgado por haber creado una nueva expresión poética dentro de la gran tradición de la canción americana.
“Llevo diciendo por lo menos veinte años que Dylan es el mejor poeta de América y de la lengua inglesa actual y también el que más ha influido en varias generaciones. Así que en cierto modo me atrevería a decir que el galardón llega tarde”, afirma al respecto Joaquín Sabina, también cantante. “La primera vez que escuché a Dylan no entendí una palabra de lo que decía, pero tuve claro que me estaba hablando a mí.”
La música va más allá de lo estético y su mensaje es significativo. Como “Imagine” de John Lennon, que presenta un mundo de paz donde no existan fronteras, ni divisiones de religión ni nacionalidades, mensaje que caló sobre toda una comunidad y provocó un movimiento con dicha canción como himno de unión.
Nos conmueve, nos emociona, nos pone melancólicos, nos revive momentos asociados a esa canción… Y la magia reside en que no es necesario saber leer partituras, reconocer las notas o dominar los compases; con sentir la música, es suficiente.
El autor es periodista.
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