Clepsidra
Por fin fue desvelado el misterio que durante más de un año mantuvo en vilo a todo el planeta, como fue la elección presidencial de los EEUU entre dos de los más impopulares candidatos en la historia de esa nación. Una escogencia que en el argot cinematográfico podríamos calificarlo: entre lo malo y lo feo.
Donald Trump ha sido elegido como presidente de los EEUU por un amplio margen sobre su oponente Hillary Clinton, tras una de las más deplorables campañas electorales que se tenga memoria, y muy difícil de ser recordada como ejemplo de una digna lid democrática, ya que ésta se caracterizó por una patética narrativa, rica en erotismo, pero carente de propuestas serias de gobierno, entre dos furibundos competidores.
Sin embargo, las razones que primaron para que estos dos personajes sean los candidatos escogidos entre 320 millones de norteamericanos, para ocupar la presidencia de la primera potencia mundial, radica en el cansancio del pueblo norteamericano, con una clase política que se fue relajando, gradual y progresivamente en el tiempo, hasta sumir a la sociedad en la anomia y en la indiferencia, lo que ameritaba un sacudón o shock que la despierte de ese marasmo.
Recordemos que la fortaleza norteamericana estuvo basada, desde su fundación en 1776, en la institucionalidad; en la ordenada alternancia democrática de sus autoridades; y en el respeto inexcusable a las leyes establecidas, principios intangibles que, si bien se han ido debilitando y/o perdiendo peligrosamente, sustentan a la nación y soportan férreamente a quien ocupe la Casa Blanca.
La consigna de campaña de Trump consistente en “restaurar la grandeza norteamericana” en medio de una sociedad sumergida en el más aberrante consumismo y, como señalamos líneas arriba, se debate entre la anomia y el conformismo, sin advertir que los Estados Unidos nunca ha sido más poderoso, más rico, ni más útil al resto del mundo que hoy, plantea un desafío al más puro estilo nacionalista, capaz de catapultar a esa potencia a niveles de crecimiento insospechado. De hecho, esa enorme afluencia de votantes, nunca antes vista en eventos similares, que se tradujo en interminables colas ante las urnas, es una muestra palmaria de lo que ese sacudón ya pudo producir.
Entretanto, antes de juzgar acremente al flamante presidente, es útil adentrarse en las siguientes consideraciones: La génesis del fenómeno Trump radica en las determinaciones de ese Establishment que gobierna los EEUU por encima de demócratas y republicanos, quienes nunca permitieron que un partido se perennice en el poder más de los ocho años establecidos. Luego del experimento Obama, era previsible que la tentativa de colocar una mujer en la Casa Blanca fuese todavía improbable, de ahí se explica la victoria de un nada convencional candidato como Donald Trump, hoy elegido como el nuevo Cesar del Imperio, calificativo que a muchos les gusta utilizar, y a otros varios que tendrán que dirigirse a él, como en la antigua Roma: “Ave, César, morituri te salutant”.
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