Cuando se aprobó la Ley 1008, el año 1988, se dijo que los estudios realizados mostraban que el consumo tradicional tanto en masticado como en ceremonias, era algo menos a las 12 mil hectáreas y que la ley estableció que se respetaría esa cantidad “por no haber motivo alguno que determine aumentar los cultivos”. Efectivamente, desde ese año (1988) el uso interno del país de las hojas de coca ha disminuido notablemente debido a que los campesinos jóvenes que masticaban la hoja dejaron de hacerlo y, además, muchos de los masticadores tradicionales también optaron por no usar las hojas.
Razones políticas y económicas han determinado que en 28 años transcurridos, hayan surgido pedidos para que se suba a 20 mil hectáreas de producción de la llamada “hoja sagrada” (hasta ahora, en décadas, nadie ha explicado la sacralidad de la coca) porque, demagógicamente se sostiene que “los campesinos utilizan cada vez mayor cantidad”; criterio totalmente falso y que, nada raro, es inducido por los traficantes y productores de droga alucinógena como es la cocaína.
Los cultivos de coca han reemplazado, especialmente en la región de los Yungas paceños, a cultivos de frutas, hortalizas, tubérculos, especias, café y otros productos alimenticios. Extensas propiedades yungueñas han dejado de producir lo que tradicionalmente hicieron y, muchos propietarios vendieron sus parcelas y fincas a quienes dedican tiempo y vida al cultivo de las hojas de coca que tiene altos precios en el mercado de las drogas.
Naciones Unidas y otros organismos internacionales han establecido que el uso tradicional ha disminuido radicalmente, que cultivar más coca es atentatorio contra la humanidad por los efectos nocivos y hasta letales que tiene tanto el “crack” como la cocaína cristalizada. Han mostrado esas organizaciones que el desempleo existente en el país ha determinado que muchas personas dediquen su tiempo a cultivar coca y, algunos de ellos, cooperen con los narcotraficantes para conseguir droga que luego es vendida en ciudades del país y son motivo de exportación por las vías del contrabando a países vecinos y de otros continentes.
El gobierno ha realizado campañas de erradicación de coca, también ha cumplido mediante Umopar y la Felcn labores de interdicción que han permitido el decomiso de muchas toneladas de cocaína, marihuana y coca; pero está comprobado que no es suficiente lo hecho hasta ahora y que es preciso radicalizar la lucha contra las drogas y una forma directa y práctica es disminuir en vez de aumentar la cantidad de 12 mil hectáreas con miras a conseguir que el cultivo de hojas de coca no sobrepase lo señalado por la Ley 1008 que sirve para usos tradicionales; igualmente, es necesario realizar campañas para cultivar nuevamente productos alimenticios y frutas en extensas regiones de los Yungas. El país, más temprano que tarde, tiene que librarse del estigma de ser productor de cocaína, un producto letal que causa anualmente la muerte de miles de personas.
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