Bolivia, Latinoamérica y Donald Trump


 

Definido el triunfo del republicano Donald Trump sobre la demócrata Hillary Clinton, se ha expresado felicitaciones, deseos de éxito, colaboración y los cumplidos acostumbrados en los períodos de transición de un gobierno a otro. Con todo, el llamado de Trump a la unidad y a dejar de lado filiaciones republicas o demócratas para sentirse todos primero estadounidenses, configura un discurso menos radical y de invitación a la concordia.

En lo internacional, subsiste la incertidumbre por las políticas que pueda adoptar desde enero próximo la Casa Blanca. Inquieta la situación de Siria y del Medio Oriente en un estado de guerra como dijo el Papa Francisco. Sin duda, la proliferación bélica nuclear, la sofisticación armamentista de Corea del Norte, China y Rusia, el problema de Crimea, etc., son temas sobre los cuales no se puede predecir con alguna certeza la posición casi inmediata de la primera potencia planetaria.

La situación de Latinoamérica escindida entre gobiernos democráticos y moderados, por una parte, y administraciones radicales de izquierda (Venezuela, Cuba, Ecuador, Bolivia y Nicaragua), por otra, no es un panorama tranquilizador con un gobierno republicano políticamente más definido en Estados Unidos.

Síntesis de los problemas genéricos que tensionan las relaciones latinoamericanas con la potencia del Norte son la inmigración ilícita y descontrolada, y el narcotráfico, haciendo difícil un entendimiento satisfactorio, si bien unos y otros se proclaman contrarios al consumo y comercio de estupefacientes. En el capítulo del narcotráfico nuestro país se encuentra fuertemente involucrado por el destino obvio de la materia prima de la cocaína y del casi libre tránsito por el territorio nacional de los proveedores hacia países vecinos.

El presidente Evo Morales al igual que el resto de jefes de Estado felicitó al flamante presidente electo del Norte, pero no dejó de reiterar sus conocidas alusiones al “intervencionismo” norteamericano y su llamado al “respeto de la soberanía” de los pueblos. A pesar de esta especie de definición política muy anticipada, el horizonte de las relaciones del caso no parece cambiar desde la expulsión de Philip Goldberg el 2008, acusado de conspiración e intromisión. La respuesta fue equivalente y dejó a Bolivia sin embajador en Washington. Desde entonces no ha cesado la conflictividad oficial sostenida contra este país. Sin embargo, aunque la Casa Blanca no cambia su política así fueran demócratas o republicanos sus gobernantes, siempre cabe la expectativa de un mejor entendimiento con una nueva administración. Sobre todo es aconsejable la prudencia y la reflexión antes de emitir mensajes. La diplomacia es un invento para el relacionamiento útil entre Estados sobre la base de la reciprocidad. Si tratas mal, no esperes un buen trato. La diatriba no es norma diplomática y se puede mantener la dignidad sin ser ofensivo. Si la soberbia no es buena consejera en las relaciones interpersonales, lo es peor en la política exterior.

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