Periódicamente, la FAO publica estadísticas y datos sobre la alimentación en el mundo; hace hincapié en la urgencia de adoptar medidas con miras a aumentar la cantidad producida de alimentos y, sobre todo, incide en la urgencia de que los países que tengan excedentes alimenticios vuelquen su atención a las naciones más pobres, ya que, muchas de ellas, padecen hambre y necesidades de toda laya.
La FAO provee en muchos casos de medios financieros y ayuda técnica a países que requieren mejorar su producción; pero no hay control de su parte sobre si las ayudas son debidamente invertidas y menos sobre el cumplimiento de asesoramiento para el cultivo de más productos y aumento de su cantidad y calidad. Muchas veces, en el sentir del pueblo, parecería que la FAO es simplemente una organización burocrática más que, a nivel internacional propugna una mejor alimentación, pero en los hechos no contribuye para que los países actúen con mayor coherencia no solamente en el cumplimiento de programas y compromisos sino sobre todo en proveer a sus propios pueblos de los alimentos necesarios.
Hay programas de cooperación financiera que merecerían una estrecha vigilancia de organismos internacionales porque muchos de ellos son derivados a cubrir gastos de gobiernos o regímenes que siempre están en busca de dinero para cubrir necesidades que no son del pueblo pobre y hasta hambriento; este es un fenómeno que se presenta normalmente en los países más pobres, en aquellos como Biafra de 1968 en el que el hambre cobró miles de víctimas por día.
En muchos países hay sobreproducción de algunos alimentos (leche por ejemplo) y que no pueden ser comercializados por falta de medios de transporte o sistemas para su distribución; tampoco hay políticas en los países que producen excedentes para una utilización debida de esos alimentos que, en casos, por ser perecibles, son desechados. La FAO tendría que adoptar, conjuntamente los países beneficiados, políticas para conseguir que medios de transporte -aéreos especialmente- trasladen alimentos, a la vez que medicinas, a los países pobres; sería posible ello si rebajasen sustancialmente las tarifas de transporte y evitar el pago de aranceles o impuestos cuando se trata de donaciones.
Hay mucho que organismos internacionales como la FAO, Unicef, PNUD y otros pudieran hacer siempre que logren convencer a los gobiernos de países pobres sobre la necesidad de establecer auditorías o controles permanentes para el uso de dineros, alimentos, medicinas y otros que provienen de donaciones o de excedentes de países que los producen porque se ha comprobado que en muchas naciones hay disposición arbitraria de esos bienes y se los vende en los mercados internos en lugar de favorecer a quienes los necesitan.
Organizaciones de Naciones Unidas, conjuntamente ONGs que no tienen fines de lucro, podrían contribuir para que la extrema pobreza disminuya y que esos países encuentren medios de subsistencia inclusive con sus propios esfuerzos.
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