Todos los seres vivos tienen la posibilidad de tener satisfacciones, la cuestión es si son momentáneas o prolongadas. Por supuesto, cuánto no se quisiera que fueran permanentes, pero los hechos reales se contraponen al goce prolongado, menos ad perpetuam.
El presidente Evo Morales acaba de declarar que “no está preparado para dejar el Gobierno”. Esto querría decir, en buen romance, que él siente el goce del poder y que, como cualquier ser humano, desearía que sea poco menos que duradero.
Empero, la vida tiene sus limitaciones y una de ellas es que si bien puede dar satisfacciones, no es posible gozar por el tiempo que cada quien quisiera. Es obvio que no habría una sola persona que diga que NO.
Pero la realidad es distinta. Múltiples argumentos podrían exponerse al respecto, pero para abreviar y ser más ilustrativos, lo único que cabe decir es que cuanto ser vivo existe está consciente de que en la tierra todo tiene su respectivo final.
Con mayor razón, cuando se trata de satisfacciones que tienen su perentoriedad, o sea que puede prolongarse algo más, pero no ser infinitas. Esto sería como lindar en la obsesión y también en el egoísmo, para ser más breves en sus contingencias.
Es indudable que el poder debe tener muchos goces, pero es imposible que sean inagotables, pues existen muchas circunstancias que objetivamente no permiten.
En el caso concreto de disfrutar, en lo personal, diez o más años, es impensable que dependa de cada quien que lo siga haciendo. Por medio, en cuestiones públicas, hay leyes, costumbres y regulaciones que están más allá de los simples deseos personales.
De no ser así, imaginemos que a todos se les ocurriera gozar hasta el infinito de cuanto quisieran. Desde siempre se sabe que no es factible que ocurra ese milagro, que de ser tal sólo puede ser el celestial, cuando se está más allá de la vida y todos los que acceden al mismo ciertamente pueden hacerlo, pero únicamente en el plano irreal del alma, que es la mayor abstracción que puede imaginarse.
Sin duda, en la vida real, tener entre manos el poder y gozarlo, puede tener distintos alcances, pero sí, existen. La cuestión está en los límites. Pues, con toda propiedad, depende de cada quien si lo toma sólo como goce personal o, más bien, lo que tendría que suceder es que sea el servicio a los demás, antes de reducirse únicamente a lo individual.
Por supuesto, el servicio público tiene también satisfacciones y goces, pero hay que tener presente que son perecederos, es decir que legalmente existen plazos para estar inmersos en esa eventualidad. Este mismo término explícitamente exterioriza su corta vigencia.
La historia pública y la memoria personal seguramente que no incurrirían en el error de no admitir que Evo Morales, por todo lo que hizo en forma personal, ha sido el gobernante que más y mejor gozó de las mieses del poder. En síntesis, ciertamente se advierte como simple espectador que supo disfrutarlo mejor que cualquier otro que estuvo en el ejercicio del PODER, sí, con mayúsculas, porque ello ocurrió a la vista ¿y paciencia? de todos los bolivianos.
Incluso se excedió en los términos que tiene la legislación nacional sobre los períodos de duración que otorga para detentar el mando supremo del país. Entonces, no cabe, legítima y éticamente, pretender prolongar sus goces. Pues, en última instancia, a eso se reduce decir “no estar preparado” para dar fin a sus tres gestiones de Gobierno.
Tiene forzosamente que volver por los fueros de la realidad y la verdad y actuar en consonancia con ellos, sin seguir incurriendo en excesos y mucho menos en caprichosas pretensiones. Porque, al final, a eso se reduce lo que admitió, que más es un deseo egoísta que un gesto de grandeza personal.
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