Jamás, en la historia boliviana, habíamos confrontado problemas tan graves como es el caso de carencia de agua, un recurso que es preciso no sólo para la vida humana sino para la naturaleza misma; elemento que es cuidado y preservado en todas partes del mundo como tesoro debidamente apreciado y para cuya conservación y seguridad en las captaciones se invierten grandes cantidades de dinero. El agua es -así lo ha comprobado la comunidad nacional en las últimas semanas- un factor de vida, de unidad, de necesidad de tomar debida conciencia sobre su uso y preservación.
La Paz, conjuntamente los departamentos de Cochabamba, Chuquisaca, Tarija, Potosí y Oruro sufren desde hace muchos días carencia de agua; unas ciudades más que otras; varias como La Paz y Potosí que se encuentran casi en vísperas de no contar con ella en breve plazo. Sin embargo, parece que el grave problema no interesa o no es tomado en cuenta con la debida responsabilidad por el gobierno nacional que, para empezar, consigna en el Presupuesto General del Estado, el ridículo porcentaje del 0,4% del Presupuesto para el caso agua como si no fuese importante, como si fuese algo prescindible y no necesario; como si la provisión de agua para consumo humano y animal fuese indiferente y no como producto indispensable para la vida misma de la naturaleza, como factor de desarrollo y progreso de la agricultura, la forestación del país que es absolutamente necesaria, la minería, la actividad industrial, las funciones hospitalarias y de salud; no se hizo nada como si el agua fuese prescindible en escuelas, colegios y centros de agolpamiento de personas y no tuviese la menor importancia. ¡Qué triste realidad!
Grave, muy grave la desidia e indiferencia del gobierno que prefiere en todo caso, destinar partidas millonarias a gastos fastuosos, construcciones faraónicas e innecesarias, viajes oficiales y lo recientemente anunciado, de dirigentes sociales (seguramente para realizar campañas proselitistas de su partido); compras ostentosas, presupuestos millonarios para ministerios como Defensa e Interior; en fin, despilfarro inaudito de los dineros del Estado que jamás serán detallados, informados, portadores de razones para su excesivo gasto.
Salud y Educación, los rubros más importantes para el desarrollo, vida y seguridad de la población, son minimizados y reciben partidas mínimas del PGE, porque seguramente, no tienen importancia para el gobierno o, en su caso, pueden ser reemplazados con la coca que “es gran alimento y tiene propiedades curativas” o la educación y la cultura “que se aprenden es mejor a través de las arrugas de nuestros viejos, investigando el sexo de las piedras”.
Triste y dolorosa es la situación del país cuando se tiene criterios equivocados sobre lo que es o debe ser la vida de los pueblos. Pero, entre tanto, se tiene en cuenta procedimientos para contener las protestas y reacciones populares: amedrentamientos mediante el poder judicial que se ha convertido en el Control Político de otros tiempos y se cree que ese amedrentamiento a los políticos se logra mediante medidas cautelares. En fin, hay miedo, temor y desesperanza en el pueblo porque parece haber la intención de desechar o destruir hasta las mínimas esperanzas de cambios efectivos en pro del bien común.
El grave caso del agua se cree en el gobierno que tiene solución con el despido de funcionarios que tenían la responsabilidad de atender el servicio o, peor, se piensa que con el nombramiento de nuevos empleados se solucionan los problemas o se cree que pidiendo solidaridad de un municipio (El Alto, que confronta el mismo problema) para que proporcione agua, se tendrá resignado al pueblo. Todo muestra que es difícil y hasta imposible que el gobierno pueda entender, creer, pensar y sentir que el grave problema que se ha convertido en verdadero drama, tiene que solucionarse con la inversión de mucho dinero y, además, con el trabajo de verdaderos y excelentes profesionales en cuestiones hídricas, en construcciones civiles, en administración de operaciones, en captación de aguas, en construcción de represas y embalses; se precisan especialistas en purificación de las aguas y en una debida, oportuna, consciente y responsable distribución. Este no es problema que se remedie con dictar decretos de emergencia ni con simples declaraciones demagógicas sin contenido alguno.
El presupuesto de 0,4% no servirá más que para pagar honorarios a quienes trabajen en la empresa se solucionará el trágico problema que, para empezar, habría que suprimir el trabajo minero en el Illimani y muchos cerros adyacentes y en Potosí y otros sitios que consumen agua y, cuando la usan, la devuelven contaminada con serie de productos químicos.
Inversiones financieras, tecnológicas y humanas son precisas y urgentes para remediar el problema, más que grave, del agua; de otro modo, mientras se dé paso sólo a gastos dispendiosos, el país corre el riesgo de desertización porque árboles que son pulmones de la vida que precisan agua o que deben ser plantados para enriquecer la naturaleza, no tendrán el tesoro mayor de los elementos, el agua.
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