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Ibet Moreno Valdivia
En este 25 de noviembre, consagrado por la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas como el Día Internacional Contra la Violencia hacia las Mujeres, es importante reflexionar sobre esta problemática social. Sin embargo, no únicamente por ser el día de protesta mundial contra la violencia, el feminicidio y la falta de voluntad política, es necesario abordar el tema, se debe superar esta moda de dedicar algo tan barato y abstracto como lo es un día. La cosa es al revés, por la importancia obvia de las mujeres en la sociedad se debe cotidianamente sumar esfuerzos para vigilar su presente y futuro de manera permanente e integral, posibilitando que desarrollen una vida digna sin violencia.
La violencia en contra de las mujeres no es una problemática social nueva y exclusiva de esta época. Al contrario, se constituye en una constante histórica que recorre por toda la historia de la humanidad; ya han existido agresiones fácticas y simbólicas en contra las mujeres en sociedades primitivas y lo que ahora llama la atención es su magnitud y dramatismo, a tal punto que se constituye en una de las preocupaciones centrales del Estado y la sociedad en su conjunto, pues se ha constituido en un grave problema de salud pública. Para comprobar esta cruda realidad no se requiere ser un especialista o analista sino simplemente leer los titulares de la prensa o ver las imágenes de la televisión que dan cuenta de una serie de manifestaciones de violencia en contra de las mujeres y en algunos de casos de realidades extremas como el feminicidio.
Existe una multiplicidad de formas de violencia en contra de las mujeres que se recubren y se retroalimentan mutuamente, siendo muy diversos los actores que participan en ellas y los espacios donde se producen. Por ser este tipo de agresión una problemática social altamente compleja y multifacética se la puede categorizar en función de distintas variables. Según los motivos se tiene a la violencia económica, social, cultural, política e ideológica. Tomando en cuenta a los grupos etarios se habla de violencia en contra de niñas, adolescentes, jóvenes y mujeres adultas. A su vez en función de la naturaleza de la agresión se tiene a la violencia física, psicológica y sexual. Asimismo, la violencia en contra de las mujeres se puede producir tanto en ámbitos públicos como en ámbitos privados, de manera fáctica y/o simbólica De todas estas violencias quizá la más extendida es aquella que se produce entre personas relacionadas por matrimonio o en unión libre, es decir, se está hablando de la violencia intrafamiliar y/o doméstica en contra de las mujeres.
En términos estadísticos la Organización de Naciones Unidas, señala que Bolivia es el país latinoamericano con el más alto índice de violencia física en contra de las mujeres y se ubica en segundo lugar en términos de violencia sexual. A nivel nacional, las estadísticas oficiales señalan que 8 de cada 10 mujeres bolivianas en algún momento de sus vidas han sido víctimas de algún tipo de violencia. Según el Centro de Información y Desarrollo de la Mujer (CIDEM), hasta el mes de noviembre del año 2016 al menos 89 mujeres han sido asesinadas particularmente en las ciudades de Cochabamba, La Paz, Santa Cruz de la Sierra y El Alto, siendo los principales victimarios esposos, concubinos, novios o ex parejas. A esta realidad preocupante se incorpora el hecho de que en alrededor del 97% los feminicidios quedan impunes, sin sanciones judiciales.
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