Nepotismo, clientelismo y amiguismo

Generalmente asumimos que estudiar y contar con un título profesional nos garantizaría un futuro laboral exitoso. Recuerdo aún mis días en la Facultad de Derecho, donde teníamos que estar mucho antes de iniciar las clases o nos quedábamos sin asientos, dado que la cantidad de estudiantes rebasaba de sobremanera la capacidad de las aulas. En consecuencia los profesores no se sabían ni el nombre de la mayoría de los estudiantes que competían entre sí no solamente para obtener mejores calificaciones, sino incluso para poder ocupar los pupitres.

Actualmente he sido testigo del desinterés en la mayoría de los jóvenes para convertirse en profesionales de calidad, especialmente en carreras que tradicionalmente consignan gran demanda como Derecho. He atestiguado con contadas excepciones el desinterés por leer, asistir a clases, demostrar puntualidad e investigar de muchos jóvenes que por el sistema imperante y la simplista consigna del menor esfuerzo = máximo beneficio, logran conseguir un título profesional, aunque si no tienen la posibilidad de acceder al clientelismo, nepotismo y amiguismo, solo les servirá para adornar la pared de su sala.

Y surge la pregunta inevitable: ¿por qué tenemos tantos abogados mal preparados? y la respuesta creo yo simplemente pasa también por la baja calidad de la formación académica. Lamentablemente continuamos con planes de estudio caducos que inexplicablemente continúan respondiendo a una actividad memorística cuando lo que realmente necesitan los futuros abogados es interpretar y argumentar. Si a esto sumamos que en la mayoría de los casos las docencias se reparten como casinos entre conocidos, amigos, recomendados y en algunos casos se heredan, es decir si el docente x pasa a ser autoridad estatal puede elegir arbitrariamente a quien lo reemplazará, pues lógicamente tenemos como consecuencia una carencia total de institucionalidad y la educación superior pierde un elemento fundamental llamado “calidad de la educación”, siendo el triste resultado un desprestigio total de la profesión.

Lamentablemente lo mismo viene ocurriendo en el ámbito laboral, puedes tener las mejores credenciales académicas para ocupar un cargo público, pero si no tienes el famoso aval político no eres nadie y para colmo tus superiores terminan siendo gente que ni siquiera acredita algún título profesional. Los resultados serán, por tanto, una ausencia total de políticas públicas coherentes a cargo de gente audaz que asume altos cargos sin tener la más mínima preparación. El ejemplo más claro es precisamente Epsas, con personal que ni siquiera tenía alguna noción de gestión pública, menos de la gran responsabilidad que implica garantizar la provisión del líquido elemento para toda la población, habiendo puesto en riesgo la salud de todos los paceños, valiendo la pena preguntarse ¿bastará con cobrar un par de cabezas?, ¿acaso no son igualmente responsables las autoridades que realizan estas designaciones a dedo?, ¿cuántos casos como Epsas se replican en las entidades públicas?

De continuar esta lamentable situación el mensaje es claro: “cerremos las universidades e innovemos las carreras de clientelismo, nepotismo y amiguismo”.

No obstante la ironía planteada, creo firmemente que el estudio y la meritocracia son y serán siempre razones suficientes para tener éxito en la vida, esa carencia de institucionalidad, corrupción y desprecio por la academia tarde o temprano pasará y tocará reconstruir nuestras instituciones.

El autor es Máster en Derecho Constitucional y Procesal Constitucional.