La noticia de perfil
Como me lavo la cara con agua bendita he adquirido lo que en términos eclesiásticos se llama “olor a santidad”, que es una mezcla de olor a incienso y a mi tía Encarna, o sea a un perfume a beatitud o Bartolina Sisa.
En cambio, mi discípula periodística huele a limpio porque todos los días se ducha clandestinamente en el Palacio Real de la plaza Murillo, donde existe abundante agua porque para algo está allí el despacho de Evo, quien es dueño del país y acaba de anunciar que ordenará a sus bravos pilotos en la Fuerza Aérea Boliviana que disparen sus ametralladoras contra el cielo para que la lluvia caiga sobre La Paz, porque se ha dado cuenta de que la falta de agua potable en la sede de su gobierno ha irritado a los paceños que lo acusan de imprevisión y descuido, mientras sus adláteres (que en quechua se llaman “sus llunkus”) le dicen que no tenemos agua por culpa del calentamiento global.
La cholita cochala me cuenta que durante los diálogos que sostuvo con nuestro mandatario (antes y después de usar muletas) le pidió a Evo que dijese siempre la verdad, así el pueblo boliviano le ayudaría más.
Felicité a la cholita cochabambina nacida en Quillacollo al saber una vez más de sus buenos consejos y le hice saber que mi amigo Tuto Quiroga había propuesto sana y patrióticamente a nuestro gobernante que convocase urgentemente a una Cumbre sobre el problema del agua en Bolivia, a la que pudieran asistir los ciudadanos más conocedores en temas hidráulicos y de captación de aguas, proposición que entusiasmó a la cholita, quien a su vez mocionó que tal evento se realizase en Quillacollo.
Modestamente le sugerí a mi comadritay que la reunión se llevase a cabo en La Paz, a los pies de la montaña magnífica del Illimani, sin embargo Macacha dijo: “Los chinos nos pueden estar espiando”. Inconveniente que desbaraté diciéndole que no hay chinos en el Illimani, sino cooperativas mineras dispuestas a asociarse con capitalistas chinos. Al final de nuestra fructífera conversación, comuniqué a mi comadritay que había llegado la hora de mi baño, rogándole que me rociara con agua bendita, tarea que ella cumplió con devoción para anunciarme que a continuación ella se dirigiría al Palacio Real para ducharse en la regadera presidencial, pues no estaba Evo en el Palacio, ni Álvaro ni ningún otro integrante de la comparsa gubernamental.
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