A pesar de que los ministerios y otras organizaciones públicas deberían estar al tanto de los problemas y deficiencias que confronta la realidad nacional y, por supuesto, actuar en consecuencia, es patética la incapacidad que tienen para adoptar acciones propias que los resuelvan.
En el supuesto de que carezcan del conocimiento de los mismos, existe un aporte del periodismo en general para proponer iniciativas en unos y otros casos, pero la indiferencia burocrática es tanta que para ella no cuentan las propuestas que se hace.
En este orden, demuestran soberbia o subalternizan las mismas, como si fueran insignificantes o carentes de racionalidad. Sin embargo, justamente a propósito de las mismas, en cualquier momento adquieren gravedad y crean situaciones de emergencia o crisis.
Sólo entonces los casos adquieren resonancia y, por tanto, demandan urgencia para atenderlos, cuando en su oportunidad pudo evitarse los conflictos y situaciones de emergencia.
Cuando se presentan estas circunstancias, tales asuntos adquieren gravedad y consecuentemente demandan soluciones urgentes, muchas veces precipitadas o más costosas de cuando pudieran haber sido resueltas sin presiones, que ocasionan hasta alteraciones en el orden público.
Entre las frases de la sabiduría popular figura aquella que expresa más vale antes que tarde. Pues, el concepto permite entender que si fueran resueltas en medio de la calma y el orden los problemas que están a flor de piel en la vida pública, los apuros y los costos no serían apremiantes y con menores exigencias financieras para los erarios públicos, sean estatales, departamentales o municipales.
EL DIARIO en su edición de 21 de octubre alertó sobre la posibilidad de que emerja una crisis del agua, porque el 43 por ciento de los glaciares de la cordillera de Los Andes han sufrido la merma de sus capas nevadas, que son las que, aunque parcialmente, siempre eran útiles para sustentar el abastecimiento de agua a las poblaciones vecinas e incluso a las ciudades, en este caso específico a La Paz, pues es lo que con extrema gravedad está afectando a sus habitantes.
Aparte de la nota informativa bastante amplia, incluyendo documentalmente infografías sobre los deshielos en los nevados Illimani, Ancohuma, Nigruni, Condoriri, Mururata, Illimani y Sajama, entre otros, ofrece una nota resumida, brevísima, de apenas tres líneas de extensión a doble columna, que decía:
“Ambientalistas aseguran que el retroceso de los glaciares es una prueba palpable del cambio climático. El deshielo afecta la disponibilidad de agua fresca para riego y usos domésticos”.
Pese a ello, a la burocracia le importó un comino lo que decía EL DIARIO, no obstante ello, sólo ahora se moviliza, obviamente con el poco aporte que puede prestar a una incidencia que en estos momentos adquiere extrema gravedad en la población de La Paz, que vive horas de angustia por falta de agua y, por tanto, la imposibilidad de preparar los alimentos del hogar.
En estas condiciones, es apropiado sostener que la burocracia fiscal, pese a que ha crecido en un 50 por ciento en la última década, carece de iniciativas ya proyectadas con la debida anticipación, para siquiera poder reducir en algo el desastre que se confronta al presente en La Paz, aunque el problema lo están confrontando ya cinco ciudades del país.
¡Oh burocracia fiscal, cuán inútil e ineficiente eres, pues vives del erario público (de los impuestos a los empleados y trabajadores, y a las empresas privadas), pero hoy mismo ni te conmueves!
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