Clepsidra
Con esa manía de adoptar usos y costumbres del odiado imperio norteamericano, y aprovechando que el jolgorio es una de nuestras mayores debilidades, nuestra población ha hecho suyas algunas de sus festividades que jamás estuvieron en su calendario, tal es el caso del Halloween o día de brujas, Thanksgiving day o día de acción de gracias y ahora el Black Friday, o “viernes negro” que es una festividad donde, entre empellones y disparos de turbas insaciables, se inicia la temporada de compras navideñas. El calificativo de “negro” se refiere a las cuentas que pasan de los números rojos a los negros, gracias a la venta del superávit o artículos de rezago, con una considerable rebaja en sus precios.
En lo político, este pasado viernes negro trajo consigo acontecimientos que sin duda dejaran una huella indeleble en la historia, como la muerte de Fidel Castro y las consideraciones del próximo presidente estadunidense Donald Trump sobre ese suceso -¡Fidel Castro ha muerto!- que, por lo lacónicas y provenientes de un hábil negociante, parecerían advertir un inminente cambio de tendencias hacia Cuba, al igual que sus cuentas de arqueo comercial: ¡de rojos a negros!
Durante su viaje de tres días a Nueva York, en octubre de 1979, Fidel Castro concedió una inédita entrevista a Jon Alpert, un novato periodista de la cadena televisiva NBC, en la que haciendo gala de su ateísmo manifestó: no creer en Dios.
Suponemos que este relato ha debido ser contextualizado por el equipo de prensa de Trump, comparándolo con esa vieja leyenda que se cuenta en Alemania sobre Federico Nietzsche, por su célebre frase -“Dios ha muerto”- que el filósofo cita en “Así habló Zarathustra”. Algún travieso más tarde, luego de su muerte, habría escrito sobre su epitafio: “Nietzsche ha muerto” ¡firmado Dios!
Si bien es cierto que todo final es ineludible, no es menos cierto que el ocaso del modelo populista marxistoide, que ha gobernado a varios países de la región por más de una década, ha alcanzado su tope y su desmoronamiento es inevitable, al igual que las torres de Nueva York. A partir de la victoria de Donald Trump, los relojes volvieron a recuperar su giro a la derecha, que con tanto apasionamiento algunos fanáticos, no sólo pretendían hacerlos girar al revés, sino simplemente pararlos.
Lo curioso es que en todos esos países el desplome se inició con la supresión de los elementos vitales, como el agua y la energía eléctrica, así fue en el Brasil, en la Argentina, en Bolivia y en Venezuela especialmente, donde nadie podría haberse imaginado hace diez años, que en un país construido sobre un mar de petróleo, sus habitantes estén luchando para mantener encendidas sus luces y que la escasez de agua sea tan terrible que obligó a Chávez a recomendar una ducha de tres minutos: “Lo he probado dijo, y no termino hediondo” Lo que no sabía el micomandante es que, como un presagio fatal, estaba augurando el viernes negro del populismo marxista.
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