Carencia de agua, angustia de una población cansada

El grave problema de la carencia de agua parecería que caló, finalmente, en un despertar de conciencia y responsabilidad del gobierno porque la población que padece, que sufre, que tiene angustia por lo que podría ser el futuro inmediato y mucho más el mediato, está cansada y hasta decepcionada por lo poco que se hace para solucionar el problema.

Los departamentos de La Paz, Cochabamba, Potosí, Oruro, Chuquisaca y Tarija son, hasta ahora, los más castigados. La Paz, sede del gobierno, creía que por tener a las autoridades nacionales en ella, recibiría mayor atención; pero la realidad muestra que no ha sido así y es por ello que alrededor de dos millones de habitantes -entre La Paz y El Alto- sufren una especie de castigo inmerecido y que es atribuible, en su integridad, al gobierno que no supo prever, hacer gestión ni administrar debidamente.

Experiencias elementales de la vida diaria, en Bolivia y el mundo, muestran que el diario vivir requiere atención, amor, iniciativas, criterios, conciencia y espíritus emprendedores y capaces de encarar los problemas; en nuestro país, lamentablemente, nada se ha previsto y todo se confió a la naturaleza, a lo que ya estaba realizado -al igual que en el caso del gas en que hubo contento con lo que hicieron anteriores gobiernos y nada hacía el que está casi once años en el poder-.

La naturaleza cuenta con cuatro elementos y nadie puede decir cuál, en determinadas circunstancias o situaciones, es más importante; esta vez, habitantes de La Paz han comprobado que circunstancialmente podría prescindirse de tres, pero no tener agua es algo que afecta a todos: hogares con niños, ancianos, mujeres y hombres; ciudades que se nutren del líquido, animales que dependen de él para saciar su sed y vivir; servicios de salud como hospitales, clínicas y otros centros; niños y jóvenes en hogares, escuelas, colegios y universidades que no pueden prescindir de sus necesidades biológicas y de otro tipo; turismo, restaurantes y negocios de toda laya, industrias de alimentos y bebidas, etc.; todos, en su momento, sufren las carencias de agua.

Los servicios de distribución son mal organizados; los horarios para proporcionar siquiera mínima cantidad no funcionan; vertientes y otros sitios donde hay agua son utilizados por la minería inclusive a costa de la agricultura porque el gobierno tuvo la “delicadeza” de otorgar concesiones hasta en las faldas y parte inferior del Illimani que es patrimonio del país y del mundo; en fin, se hace tan poco que la colectividad reacciona, protesta, clama y sufre; un sufrimiento que no puede ni debe ser eterno y que, más pronto que tarde, es preciso remediar. El gobierno tendrá que sensibilizarse un poco más de lo que logró hasta ahora y, en vez de dedicar gastos ostentosos e inútiles a lo que no corresponde, atender el caso agua en todo el país; de otro modo, la tragedia será tal que no podrá remediar ni meses de lluvia continua que, según parece, es lo que esperan especialmente autoridades que debían actuar con mayor sensibilidad y responsabilidad, como son los casos de ministros encargados para trabajar, estudiar y aplicar soluciones.