Después de nueve días de duelo nacional por la muerte del líder histórico de la Revolución Cubana, Fidel Castro, ayer se procedió al entierro de sus restos en el cementerio santiaguero de Santa Ifigenia, tras recorrer en etapas y durante los últimos 4 días casi 1.000 kilómetros que separan La Habana de Santiago de Cuba.
La ceremonia fue “sencilla”, como adelantó el presidente Raúl Castro, con la que teóricamente se pretendía huir del culto a la personalidad, tan apabullante desde el viernes 25 de noviembre.
Los restos de uno de los protagonistas del siglo XX descansarán cerca de los de otro héroe nacional, José Martí; los del padre de la patria cubana, Carlos Manuel Céspedes, y los de Mariana Grajales, madre de los generales independentistas José y Antonio Maceo.
Aunque era una ceremonia privada, “varias personalidades” internacionales han sido invitadas, entre ellas los líderes de Venezuela, Nicolás Maduro, y Bolivia, Evo Morales, así como los exgobernantes brasileños Luiz Inácio Lula da Silva y Dilma Rousseff.