Partiendo de la frase “no hay nada más práctico que una buena teoría”, se pretende encontrar un método o didáctica adecuada que vincule a la práctica con la teoría misma.
La interrelación entre el “pensar”, el “sentir” y el “actuar” constituye el eje de la nueva propuesta didáctica para contribuir al logro de una verdadera cultura de prevención.
La historia nos dice que la convivencia del hombre en grupos ha favorecido su evolución y su adaptación al medio. La dependencia de estos grupos humanos con las distintas actividades productivas, tanto de su población como de otras más lejanas, y el consiguiente intercambio de productos, crearon la necesidad de trasladar mercaderías de un lugar a otro. En un principio, estos traslados se realizaron por vía marítima a la vez que se utilizaba la fuerza de algunos animales para los recorridos terrestres.
Luego, la invención y el uso de la rueda proporcionaron más que soluciones prácticas a estos recorridos. Posteriormente la invención del ferrocarril y de algunos automóviles en el Siglo XIX promovió una transformación a nivel urbano. Luego, y en la medida en que la producción de vehículos se hizo masiva, el automóvil pasó a ser pieza clave de la vida cotidiana. Así, en nuestras ciudades son cada día más importantes las vías de comunicación para un parque automotor que crece notablemente.
La aglomeración de personas y vehículos hace necesaria la existencia de normas que regulen el espacio público, pero, a pesar de su existencia, día a día se producen hechos conflictivos que muchas veces derivan en situaciones gravísimas para la población.
Varios países en Latinoamérica y la sociedad boliviana en particular, enfrentan una problemática vial notable a raíz de la cual se suceden acontecimientos que dejan como resultado pérdidas irreparables cuando se trata de vidas, incapacidades físicas, daños materiales, problemas legales, etc. Frente a esta problemática existen medidas que podrían evitar estos sucesos o por lo menos atenuarlos.
El medio más apto para promover cambios en nuestra sociedad en relación con esta temática lo constituye la educación. Sin embargo, aunque se trate de un medio efectivo, debemos pensar en resultados a largo plazo: si bien el objetivo próximo es que la población, como destinataria, modifique conductas riesgosas, el objetivo a largo plazo es el de contribuir a reducir notablemente el índice de mortalidad por hechos de tránsito.
Filosóficamente diremos que la educación es el resultado de una acción planificada, integral y permanente. Del mismo modo y como parte de ella, la Educación para la Seguridad Vial no es una instrucción aislada sino que todo su accionar se despliega con base en un objetivo que debe favorecer al desarrollo personal y colectivo, formar a la persona, no sólo en el conocimiento de normas y estructura de vías, sino con procedimientos, aptitudes y con hábitos desarrollados a partir de valores sociales que nos lleven a tener una mejor calidad de vida.
Tal es la acepción que le damos a la Educación Vial, en la cual existen dos dimensiones: una relacionada con el conocimiento y otra con el comportamiento. La dimensión del conocimiento se refiere a las normas que regulan la circulación de las personas y vehículos por la vía pública, incluida la señalización, es decir a los mensajes dirigidos a los usuarios. La dimensión del comportamiento se refiere a los valores, al respeto por la vida propia y la vida de los demás como base de una adecuada formación. Un desequilibrio entre estas dos dimensiones puede producir una distancia entre la teoría y la práctica, entre lo que decimos y lo que hacemos. Esta distancia requiere ser acortada con la adquisición de hábitos adecuados inculcados por la Educación para la Seguridad Vial.
Quienes pretendemos ser agentes generadores de cambio, debemos tener una postura firme frente a esta problemática: esto significa que si promovemos una conducta, debemos llevarla a la práctica: el primer paso es acortar la distancia entre aquello que promovemos y aquello que hacemos, para que quienes reciban este mensaje no lean un doble discurso y perciban el cambio no sólo como algo necesario sino, por sobre todas las cosas, como algo posible de realizar.
“Un buen educador explica, un educador excelente demuestra”.
El autor es docente UNIPOL.
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