Hace un año que, gracias a la información exclusiva proporcionada por Marcelo Miralles, gerente general de “La Patria” de Oruro y presidente de la ANP, nuestro país se enteró de la gran tragedia o mejor, de la catástrofe nacional de la cuenca del Poopó, que alcanza en diciembre actual, ribetes nunca antes conocidos, tanto en el lago Poopó, como en el lago Uru Uru, cuyos espejos de agua, valga la expresión, son meros espejismos.
De acuerdo con las estimaciones de Marcelo Miralles, quien sobrevoló en su avión la cuenca del Poopó y registró en imágenes la catástrofe, las aguas constantes que ocupaban más de 4 mil kilómetros cuadrados, hoy apenas cubren mínimos espacios de agua, inferiores al 0,01 por ciento y la altura de estas aguas a punto de evaporarse, no superaría el medio metro.
Ante esta calamidad extrema, murieron miles de peces propios de Lago; miles de aves acuáticas y la flora virtualmente seca quedando sus raíces atrapadas en un verdadero mar de sal.
La superficie otrora húmeda, con islotes verdes y plena de vida, ha dado paso a un desierto de sal, en el que está ausente toda forma de existencia, incluso la humana. En efecto, la colosal sequía mató en pocos meses, miles de peces y aún, como testimonian las fotos de referencia, quedan los cuerpos calcinados de aves de la cuenca lacustre.
Los pescadores abandonaron sus botes en lo que fue el lecho madre del Poopó y salieron a las ciudades o en su caso, emigraron fuera del país para sobrevivir.
La catástrofe nacional de la cuenca del Poopó, también involucra al lago Uru Uru: aguas y vida se evaporan y además, arrastran con la sequía cientos de hectáreas en las que se sembraba quinua y plantas alimenticias.
La proporción de esta catástrofe supera el ámbito nacional, siendo que el lago Poopó y el Uru Uru, fueron declarados “sitio Ramsar” hace catorce años. Desde 1990 Bolivia es parte de este convenio que cuida a nivel mundial la sobrevivencia de reservorios de agua y de la vida silvestre.
Existe la idea generalizada de que la época de lluvia colmará de agua la cuenca. Sin embargo, la realidad es que ambos lagos y otros menores del departamento de Oruro, más que por la lluvia, son alimentados por el río Desaguadero, verdadero y único ombligo que inyecta día y noche con su caudal, a la cuenca del Poopó. De acuerdo con Miralles Iporre, este caudal disminuyó sin que exista una explicación coherente.
La catástrofe por ser nacional nos sugiere que es un caso de geopolítica, pues, miles de kilómetros cuadrados dejan de ser lecho de lago y adquieren la tipología de un salar que destierra la vida y despuebla extensas zonas antes ocupadas por etnias, pescadores y agricultores. Una verdadera cadena de miseria, generada por este radical cambio que azota a la cuenca del Poopó.
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