Por estudios realizados por la Fundación Jubileo, institución idónea, profesional y responsable por la seriedad de su trabajo, se establece que el país ha importado alimentos y bebidas, entre enero y septiembre del presente año, por un valor de 454 millones de dólares. Solo por septiembre se anotó la cifra de 62 millones de dólares; pero, examinando los respectivos cuadros, se establece que entre enero y agosto fue por un valor de 387,4 millones de dólares de los siguientes países: Argentina, Chile, Brasil, Perú, Estados Unidos, Colombia, México, Uruguay y China, con el agregado, en septiembre, de Malasia.
Es, pues, preocupante el hecho de que importemos alimentos y bebidas que normalmente -con algunos productos de excepción- hemos producido en el país. En el rubro de bebidas, seguramente debido al hecho de que tenemos una economía de libre mercado, también se importa muchas bebidas (alcohólicas y refrescantes) que nosotros producimos. Estos extremos se deben, en su integridad, al hecho de que en los últimos diez años ha declinado la producción de alimentos lo que tendría (viendo “a grosso modo” el problema) razones fundamentales: la primera, excesiva emigración campesina (especialmente de la región occidental) a centros poblados, debido a que especialmente los jóvenes encuentran mejores ingresos, mayor adaptabilidad para realizar estudios y trabajar debido a la imposibilidad de continuar en el agro por muchos factores, empezando por el minifundio.
En segundo término, está el caso del contrabando, ya que viendo las necesidades de la población y la carencia de alimentos, se introduce al país todo tipo de productos; por otra parte, las importaciones legales se las hace en condiciones competitivas con la producción nacional, como en los casos de arroz, azúcar, aceites y algunos granos.
Un factor determinante es el abandono de tierras en manos de cultivadores de coca (caso Los Yungas, que ha prescindido de cultivar tubérculos, hortalizas, frutas y otros). Los cultivos de coca, a más de ocupar tierras de cultivo para alimentos, destruyen el “humus” de la tierra y la empobrecen hasta el extremo de que cuando se pretende cultivar hortalizas, tubérculos y frutas, el rendimiento ha bajado considerablemente debido a la pobreza de las tierras.
El factor más determinante es el descuido del gobierno, que no supo incentivar ni el retorno de masas campesinas con el debido apoyo financiero, entrega de herramientas, semillas y abonos y creación de incentivos para promover mayor producción. Por su lado, la agroindustria tampoco ha recibido apoyo financiero ni logístico alguno y menos garantías para el caso de tener que exportar excedentes de la producción.
Innegablemente, hay mucho por hacer por parte del gobierno para, sino suprimir, por lo menos reducir la cantidad de importación de alimentos y bebidas porque, con las medidas pertinentes es posible una recuperación del aparato productivo del país.
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