Una de las definiciones más sencillas del Estado es la de: “La sociedad jurídica y políticamente organizada”, es decir una sociedad sujeta a normas y al poder, y sus elementos fundamentales son: territorio, población y gobierno (nosotros le hemos agregado la soberanía). Sin embargo desde que se organizó el Estado primitivo, los que detentaron el poder se constituyeron en el Estado mismo y hasta este tiempo se suele confundir Estado con Gobierno, cuando éste último no es sino el administrador del Estado y debería estar sujeto estrictamente a la normativa de organización del mismo, que arranca de la Constitución Política, norma suprema y fundamental.
Fueron los griegos quienes inventaron y practicaron la democracia (Atenas), la misma que con restricciones se practicó también en Roma, pero luego hasta el Renacimiento y en especial la Edad Moderna, el gobierno del pueblo pudo hacerse nuevamente realidad a partir de la Revolución Inglesa de 1686 en que se consolida el Parlamento Inglés y con las revoluciones norteamericana de 1776 y francesa de 1789, en las que se liquida la monarquía o poder de uno solo y en buena medida la nobleza como estamento social.
Con la superación de la monarquía, cuya expresión más cabal la dio el rey francés Luis XVI: “El Estado soy yo”, han sido las corrientes socialistas marxistas y el fascismo que hicieron del estatismo nuevamente un principio del ejercicio del poder, regímenes sustentados en el poder absoluto del caudillo (Mussolini, Hitler, Stalin) y otros herederos que hasta este tiempo oprimen a sus pueblos en nombre de los intereses del Estado, que no son sino los del déspota y su camarilla.
La diferencia fundamental entre el estatismo de cualquier corte y el liberalismo democrático, radica en que en el primero el individuo está al servicio del Estado, y no es sino una pequeñísima pieza de ese monstruo (Leviatán), y los gobernantes permanecen en el poder decenas de años; en el segundo es el Estado el que está al servicio del individuo, además en el primero desaparece la propiedad privada o es restringida y se liquida al individuo, reemplazándolo por lo colectivo; en el segundo, las autoridades libremente elegidas tienen un tiempo fijado de antemano de permanencia en el poder.
Lo más significativo del estatismo se resume en la frase de Benito Mussolini, autor y creador de esta corriente que sigue en vigencia disfrazada de socialismos, populismos etc., que sentenció: “todo en el Estado, nada fuera del Estado”, que resume la postura estatista. En esta corriente el gobierno que es a su vez el Estado y no el pueblo en su totalidad, controla o pretende controlar todas las actividades de la sociedad, así se hace propietaria de las empresas de servicios y producción fundamentales (agua, luz, energía eléctrica, salud, educación, de hidrocarburos, saneamiento básico, minería, etc.); pero como el gobierno radica en el caudillo, éste tiene un aparato de sustento de poder, el partido, el aparato militar, movimientos sociales, etc., a los que les entrega la gestión de la administración del Estado y que generalmente carecen de la idoneidad para los puestos que se les encomienda, siendo el único requisito la lealtad al régimen y no la formación académica científica necesaria para un buen desempeño.
Otra característica del estatismo es la del descontrol en el manejo de los recursos económico financieros del país, y que en última instancia, son de todos los ciudadanos. Todas las obras, destino de recursos, disposición de bienes y servicios públicos, etc., responden al capricho y voluntad del cadillo y su corte. Los planes, programas, consulta a las instancias ciudadanas ajenas al poder, etc., no existen.
Es por esta y otras características, que por razones de espacio no las mencionamos, que las corrientes estatistas han llevado a los pueblos que tuvieron la desgracia de ser mal gobernados por los iluminados, salvadores y predeterminados de todos los tiempos, que pagaron un alto precio en vidas, en libertad, en bienestar etc., por lo que la defensa de nuestras libertades y derechos debe ser permanente y constante, pese a las persecuciones, represiones y limitaciones a los derechos humanos.
Ya el gran sabio paceño Franz Tamayo dijo: “En nuestro país, el caudillo es el partido y su partido es la nación”.
El autor es abogado y Lic. en CC. Políticas.
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