Sin duda alguna la privacidad de los usuarios es un tema muy delicado. Seguro que escucho con anterioridad, que algunas empresas fueron acusadas de espiar a sus usuarios, mediante el uso de aplicaciones o de dispositivos portátiles. Hasta el momento se hablaba de la intromisión a la privacidad mediante la red de internet o con dispositivos que se conectan a la misma. La posibilidad de que los aparatos domésticos puedan estar conectados entre sí, enviando toda nuestra información a enormes servidores no es una noticia agradable para muchos. Y esto aún menos: la empresa de juguetes Genesis Toys ha sido demandada por fabricar juguetes que espían a los niños, sin duda una noticia que produce escalofríos.
Genesis Toys es una compañía especializada en juguetes de alta tecnología que interactúan con los niños para enriquecer el juego, aportarles aprendizaje y, en definitiva, convertir la mera actividad lúdica en toda una experiencia interactiva.
Genesis Toys junto a su socio Nuance Softwares, una multinacional de tecnología software de los Estados Unidos, han fabricado unos muñecos que graban a los niños, sin su consentimiento, claro. Los juguetes i-Que y My Friend Cayla, aparentemente entrañables e inofensivos, graban todo lo que los niños dicen y luego lo envían a Nuance sin preguntar mucho cuál es el propósito de esas grabaciones. Nuance intercambia, de forma habitual, información a la policía y a diversas agencias de inteligencia.
Una multitud de grupos en pro de la privacidad ha puesto el grito en el cielo y han comenzado una demanda masiva contra lo que creen no es sino un atentado flagrante contra la intimidad de los menores. En total, más de 18 asociaciones han presentado quejas formales ante la Comisión Federal de Comercio (Federal Trade Commission) y la Unión Europea alegando que Genesis Toys y su socio Nuance están violando multitud de leyes de privacidad.
Y no solo eso: las organizaciones acusan también a Genesis Toys de no incorporar en los muñecos un sistema que previniese la conexión a través de Bluetooth de dispositivos desconocidos. Por ejemplo, un vecino podría conectarse vía Bluetooth al muñeco y estar escuchando todo lo que el niño dice, sin su consentimiento, claro. Una herramienta que podría facilitarle el trabajo, desgraciadamente, a depredadores sexuales. Porque, ojo, no solo podría estar escuchando sino que podría mandar mensajes directamente al niño. Y a distancias no demasiado cortas. Un peligro enorme que deben subsanar en el menor tiempo Al comprar los juguetes están aceptando una serie de normas y condiciones presumibles de ser modificadas cuando la empresa requiera, sin que el consumidor tenga por qué enterarse. Ya de nada serviría leer la larga lista de reglas de un servicio al contratarlo. Ahora, sencillamente, estaríamos en sus manos para lo que éstos quisieran.
El llamado ”Internet de las cosas” nos abre una nueva y excitante manera de relacionarnos con la tecnología. Pero todo lo bueno tiene su reverso: el uso que se le dé puede oscilar entre lo maravilloso y lo escalofriante. De nosotros, los usuarios, depende, en gran parte, que estas sucias artimañas no tengan éxito: la movilización, la denuncia y la información son claves para que el Internet de las cosas suponga un paso adelante en vez que una irremediable involución.
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