Diagnóstico para la vida

Ulises Tuero Rodríguez

La tristeza es depresión, la timidez, fobia social y la frustración un trastorno. La medicina moderna ha hecho que aspectos naturales de la vida de las personas sean enfermedades a tratar. Vivir conlleva momentos de infelicidad, convertidos en problemas cuya solución no pueden ser solo los medicamentos. El peligro de la medicalización de la sociedad radica en los “efectos secundarios” poco comprobados y en las escasas garantías para la salud.

Los fármacos son la tercera causa de muerte en el mundo tras las enfermedades cardiovasculares y el cáncer, según expertos en farmacología y estudios hechos en Estados Unidos. Las muertes por medicamentos están cifradas en doscientas mil al año en Estados Unidos y más de ciento noventa mil en Europa.

La industria farmacéutica trata de medicalizarlo todo. Tanto la sociedad como los médicos están influidos por este negocio, que como toda empresa sólo busca máximos beneficios. La publicidad es la herramienta que utiliza para que cualquier aspecto de la vida cotidiana sea visto con temor. Abordan a las personas con anuncios y noticias sobre nuevas enfermedades que ya tienen un medicamento adjunto para tratarlas.

La sociedad, bombardeada por la publicidad de los nuevos avances médicos que prometen curar lo incurable, niega el sufrimiento derivado del mero hecho de vivir. A la menor percepción de que algo no sale como se espera, la persona va a la consulta médica, de la que con seguridad saldrá con una larga receta de medicamentos en la mano.

La medicalización de la sociedad deriva en la creación de nuevos tratamientos sin tener demasiado en cuenta sus posibles consecuencias. Según Joan-Ramón Laporte, jefe del servicio de farmacología del hospital Vall d´Hebron en España, “Cuando un medicamento sale al mercado, es tan poco conocido, porque se ha estudiado tan poco, que no estamos seguros de que no pueda tener efectos indeseados graves”.

Muchos medicamentos están asociados con el aumento de peso, la debilitación del sistema inmunológico o la descalcificación. “Sólo en Cataluña (España) hay entre seis mil y nueve mil fracturas de cuello de fémur al año: entre el trece y catorce por ciento de ellas tiene que ver con el omeoprazol y medicamentos análogos”, según Laporte.

El poco control de la industria farmacéutica fomenta la salida al mercado de medicamentos poco testados. El funcionamiento de las farmacéuticas es muy opaco ya que los laboratorios no dan acceso público a los ensayos clínicos. Los países aprueban nuevos tratamientos sin ver los datos de todos los pacientes que han participado en los ensayos.

La influencia que el negocio de los fármacos tiene en los países es cada vez mayor. Laporte muestra cómo el tiempo de retirada de un medicamento ha aumentado de seis o siete años en 2004 a doce o catorce años en la actualidad.

La sociedad recurre a medicamentos sin garantías con la intención de curar las particularidades que nos identifican como seres humanos. La industria farmacéutica promueve este temor a la vida, al anteponer sus beneficios comerciales a la salud de las personas. Todo un sistema de paranoia colectiva que encuentra enfermedades en cada esquina. A esto se denomina iatrogenia, que son los efectos nocivos debidos a la actuación médica o a la acción de medicamentos.

El autor es periodista.

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