La recomposición de relaciones entre Rusia y Turquía ha sido puesta a prueba ayer cuando el embajador ruso en Ankara, Andrei Karlov, fue muerto a tiros en la capital turca. El atacante, un policía de 22 años, abrió fuego clamando venganza por la toma de la ciudad siria de Alepo y fue abatido poco después.
Precisamente ha sido el conflicto sirio el que ha enfrentado a ambos países durante el último año y medio, sobre todo tras el derribo de un caza ruso por parte de Turquía en noviembre del año pasado.
Moscú calificó el ataque como un acto terrorista. “Hoy es un día trágico en la historia de la Federación Rusa”, dijo a los periodistas la portavoz del Ministerio ruso de Exteriores, María Zajarova, que advirtió de que “el terrorismo no va a triunfar, vamos a enfrentarnos a él sin titubear”. Este ataque fue condenado por Estados Unidos, la Unión Europea y por las Naciones Unidas.
El presidente ruso Vladimir Putin recibió informes de lo ocurrido por parte del Ministerio de Exteriores y los servicios de inteligencia, dijo el portavoz del Kremlin, Dimitri Peskov. Rusia iniciará una investigación en colaboración con las autoridades turcas para esclarecer los hechos.
Según ha informado ayer la agencia rusa Sputnik, el atacante fue confundido por los agentes de seguridad con un escolta del embajador. El medio ruso ‘Gazeta.ru’ aseguraba que el atacante había permitido salir a la gente de la galería de arte tras disparar contra Karlov.