Me adscribo a las reflexiones de Alberto Zuazo Nathes publicadas en la Hoja del Sur (La Paz, 9 de diciembre de 2016) en referencia a la carencia de agua en La Paz. Sobre todo cuando señala dos aspectos: el primero, que el problema del agua en la ciudad de La Paz es algo estructural y el segundo, que para este dilema se debe buscar una solución con racionalidad. Personalmente considero que los ciudadanos comunes aún no hemos comprendido seriamente las causas y efectos del cambio climático. Zuazo nos explica que el imponente Illimani, en el último año, perdió ya la nieve en su costado izquierdo. No le damos importancia a este fenómeno natural. Es posible prever que este proceso avance, llegando el Illimani a perder la totalidad de su manto blanco, hasta quedar reducido a ser cualquier otra montaña desnuda. El autor llama nuestra atención al señalar que el cambio climático ya está entre nosotros y que la falta de lluvia será peor el próximo año, según las estimaciones meteorológicas.
Creo que se nos hace más difícil la toma de conciencia sobre la problemática del cambio climático por el hecho de estar rodeados por tan imponentes cordilleras. Jamás nos hemos imaginado vivir una situación como esta, porque de forma anticipada sentimos que las montañas nos protegen de cualquier fenómeno natural, incluso de terribles tempestades, huracanes y hasta terremotos. Los ciudadanos no vivimos con el miedo de ser golpeados por terribles vientos porque las montañas que nos rodean nos protegen de todo y tal vez ello provoque nuestra inercia. Por lo tanto, considerando la inercia de nuestra ciudadanía, el artículo de Zuazo Nathes nos incita a pensar en nuestra falta de sentido ecológico, porque en medio de esta problemática nuestras actitudes de una sociedad de consumo han cambiado poco, verificándose esto, por ejemplo, en la cantidad creciente de basura que producimos todos los días. En fin, creo que es un problema que empieza desde nuestras pequeñas conductas. Zuazo nos habla de una solución racional de este problema en contraposición a la adopción de medidas políticas circunstanciales. Esto significa para mí que desde los ciudadanos comunes hasta los que ocupan cargos gerenciales y administrativos en las empresas públicas y privadas debemos utilizar por lo menos un poco de racionalidad instrumental.
Sabemos que existe una racionalidad global que se adscribe a una razón humanista y que también existe una razón instrumental que se ocupa de los medios y fines, es decir de usar medios con la mayor eficacia para lograr objetivos. La razón instrumental ha sido desprestigiada por los resultados de las guerras como el holocausto y los exterminios de judíos con mucha eficiencia. Yo considero, sin embargo, que es posible rescatar la razón instrumental, subordinándola a la razón global humanista, porque nos hace falta mucha planificación, previsión y ejecución en todo nuestro territorio nacional. No solo en el caso de la carencia de agua sino en muchos otros problemas que día a día nos tocará enfrentar.
Por otra parte han aparecido numerosos libros y películas en torno al cambio climático y al recalentamiento a nivel mundial, que nos muestran la probabilidad de la desaparición de los casquetes polares y, por consiguiente, la elevación del nivel de los mares y la posibilidad de enormes inundaciones. Entonces uniendo estos dos aspectos: entre la realidad que es la carencia de agua potable en la ciudad de La Paz y la ficción distópica de un mundo de excesiva agua, parece que no estamos muy lejos de catástrofes planetarias, aunque nuestra inercia andina nos haga creer que a la gente de las montañas no nos pasará nada. Así que a los bolivianos no nos queda otra que empezar a desarrollar nuestra racionalidad instrumental con conciencia ecológica.
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