La preferencia, casi generalizada en el país, de consumir y utilizar lo extranjero, causa serie de perjuicios a la industria nacional que se ve en serias dificultades debido a la preferencia que se da a lo importado. Hay conciencia, por otro lado, que mucho de lo que se importa es de buena calidad e innovación tecnológica; pero también hay artículos y productos de consumo de regular o mala calidad. Se alega, por parte de los importadores, que ellos “venden barato porque compran en cantidad y no existe competencia posible en el país debido a la baja producción”.
Los grandes países, los que se precian de ser ricos y desarrollados, han alcanzado altos índices de progreso tan solo tomando conciencia de que ellos, los nativos, están en condiciones de producir más y mejor que la oferta foránea, y es así cómo han logrado no sólo cubrir sus necesidades sino de hacerlo mejor, más barato y con gran calidad aceptada por los consumidores. En Bolivia existe una amplia gama de productores artesanales que, efectivamente, producen poco y ello no alcanzaría en modo alguno a cubrir las necesidades del pueblo consumidor; caso concreto de competencia: grandes ventas de puertas y ventanas chinas (al margen de otros productos que suman miles) y que pueden fabricarse en el país.
Baja producción, carencia de materia prima, competencia del contrabando, altos costos de producción, variantes constantes en sueldos y beneficios al personal, imposiciones tributarias y abuso de quienes deben recaudarlas y poco o ningún apoyo gubernamental son algunos de los problemas que confrontan los productores nacionales que se ven impelidos a trabajar solamente en núcleos familiares, sin personal contratado, con poquísima inversión y en cantidades pequeñas.
Los resultados de estas formas casi artesanales de producción impiden crecimiento y desarrollo de empresarios que podrían competir con lo importado y, sobre todo, hacer frente al contrabando que es el enemigo número uno de la producción nacional. Los empresarios pequeños y medianos no quieren regalos ni concesiones graciosas y gratuitas, requieren para su trabajo no pagar gabelas por las importaciones de materia prima, asegurar mercados tanto nacionales como extranjeros, políticas claras y seguras de apoyo como son garantías, intereses bajos de la banca, plazos más largos para las amortizaciones, respeto de las autoridades que cobran impuestos, rebaja de éstos, estabilidad de los mercados que no estén supeditados a cambios repentinos por parte de funcionarios que poco o nada saben de las labores que deben cumplir. Lo más importante: frenar el contrabando que se ha convertido en el mayor competidor de la industria nacional y en el mejor corruptor del contribuyente.
La industria nacional, especialmente la pequeña y mediana industria, que no debería ser desatendida estaría en condiciones de competir decidida, decisiva y eficientemente con el artículo importado y con el mismo contrabando, en tanto y en cuanto el gobierno adopte y haga cumplir disposiciones que no signifiquen regalo ni dádiva para los productores sino garantías efectivas para mejorar, aumentar la producción y crear empleo.
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