El recuerdo del nacimiento de Jesús en un pesebre de Belén es, año tras año, un mensaje de armonía, amor, paz y unidad entre los hombres porque Cristo, el Redentor y Salvador de la humanidad, vino para sembrar paz entre los hombres y Dios Padre. Al nacer Jesús, hizo que en los cielos surja el mensaje: “Gloria a Dios en las alturas y paz en la Tierra a los hombres de buena voluntad”.
La Navidad es el inicio de una búsqueda permanente de paz y concordia, un encaminar de virtudes del ser humano por sendas de construcción y perfeccionamiento del espíritu y de los bienes que hacen la felicidad de los hombres; la Navidad es la lección mayor que el Creador ha dado a la humanidad porque fue la entrega de Su Hijo para la salvación del mundo, un mundo que, por soberbia, ha desencadenado muchas veces guerras y conflictos que atentaron contra la paz, la hicieron vulnerable: pero, han sobrevivido las virtudes sembradas en los corazones para que restablezca esa paz.
La Navidad es, debe ser, el principio de comprensión y unidad entre los hijos de esta patria nuestra, Bolivia, que precisa, con mucha urgencia, de una práctica de virtudes que se hagan valores en gobernantes y gobernados para que mancomunadamente sirvamos al bien común, pero en armonía y concordia, alejados de rivalidades y desavenencias que sólo agravan los males y complotan contra las esperanzas que abrigan los corazones.
La Navidad es mensaje de paz y concordia y no se puede desconocer los derechos del pueblo de vivir en consonancia con el mensaje de Dios en sentido de lograr armonía no solo en el día sino como preparación y práctica durante el año que se aproxima en que primen las condiciones constructivas de todos no solamente para conseguir una paz espiritual permanente sino para alcanzar el desarrollo y progreso que sirvan a las actuales generaciones y que preparen el futuro para que los hijos de los hijos de hoy vean permanentemente la luz divina que ilumine sus caminos bendecidos por Jesús.
Navidad no puede ser una festividad comercial ni materialista, donde en casos, se hace práctica hasta del hedonismo que, más a la corta que a la larga, profundizan división y rivalidades que no tienen justificación alguna. Recordar el Nacimiento de Jesús es causa y motivo para agrandar los valores del espíritu, renovar los sanos propósitos, perdonar las ofensas recibidas y, plenamente abiertos de corazón, saber olvidar lo malo sufrido porque el perdón abre las puertas de la vida prometida por el Salvador; Navidad es tiempo, pues, para proponerse ser mejores haciendo que las virtudes sean corolario de la vida y cimiente de valores que se hagan principios para tomar conciencia de país y acrecentar el amor por la patria y nuestro prójimo.
Como corolario de los propósitos que se animan en la Navidad, es preciso desterrar las discordias y los antagonismos de cualquier naturaleza, porque el amor siempre debe ser constructivo y humilde debido a que todos somos producto de la voluntad de Dios que nos puso como Señor, Maestro, y Salvador a Su Hijo Jesús que es ejemplo de humildad, amor, paz y unidad.
No son los intereses subalternos los que deben primar sobre nuestras virtudes; debe ser el amor infinito que tenemos por la familia que es el premio de vida que Dios nos otorga, vida que puede ser ejemplo y vitalidad para quienes nos rodean y nos aman.
Jesús, junto a Su madre María Santísima, en cada Navidad convoca a los hombres a una reconciliación en concordia para que la paz reine en los hogares y sea el principio de mejores días en que se superen los problemas y desaparezcan las desavenencias y causas que dividen; que el amor se anide en cada corazón de donde emane la adoración a Dios y los propósitos de ser mejores.
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