Conforme pasan los años, después del advenimiento de la democracia en Bolivia, ante los afanes de reelección por parte del actual gobierno han surgido nuevamente voces demagógicas desde el oriente boliviano, con el aliento manipulado que se otorga a los famosos movimientos sociales y de cocaleros, impulsados económicamente, en congreso de afines al oficialismo. Así se hace muy difícil que prospere y avance la democracia en nuestro país.
En política cuando no hay principios no se tiene doctrina ni ideología. Es casi imposible que el pueblo respalde propósitos políticos si de por medio están hechos que comprometen la moral pública, si hay abuso de poder, autoritarismo, soberbia y corrupción.
El prorroguismo implica desconocer el equilibrio político. Históricamente conocemos las nuevas generaciones que ante las pretensiones del MNR de quedarse en el poder después de 12 años de opresión y la más sañuda persecución política que se dio en Bolivia, fue derrotado por los jóvenes universitarios revolucionarios que el pueblo respaldó, con el concurso de las FFAA.
Bolivia no debe permitir el continuismo, sería un gran error desconocer los principios democráticos. El poder corrompe, el autoritarismo se convierte en tiranía, el prorroguismo político envilece a los gobiernos.
Prorroguismo es volver a repetir esa constante impostura política que se dio en Bolivia y por la cual se busca trastrocar y dar un sentido diferente a los hechos, cuando en realidad se mantiene la esencia de lo que se afirma haber superado y/o derrotado. Se pretende hacer creer a ingenuos, a la ciudadanía y el pueblo que si no continúa el actual gobierno, volverá la derecha.
De qué alternativa de izquierda, o propuesta de cambio y profundización del proceso se puede hablar, si lo que se plantea es el mismo continuismo, es decir bienestar y progreso para unos pocos. La izquierda ahora mal concebida por los actuales gobernantes solo ha servido para favorecer los intereses de grandes empresarios surgidos de la noche a la mañana como nueva burguesía, al calor de ingentes recursos disponibles, pero sobre todo para disparar la corrupción y los negociados, así como profundizar las desigualdades entre los nuevos ricos y la mayoría pobre del país.
A 33 años de restaurado el sistema democrático, el país sigue atravesando una de las coyunturas políticas y sociales más difíciles de su historia, lo que impide consolidar la democracia, debido a que algunos líderes políticos han tergiversado el servicio colectivo de la política, por intereses partidarios y particulares, desvirtuando el espíritu democrático.
Para lograr prorroguismo se empieza a usar a dirigentes serviles, adulones, sin valor moral, que propondrán reformas a la Constitución para introducir la elección indefinida, para seguir desconociendo el Estado de derecho y el pluralismo político previsto en la CPE.
Vemos con mucho pesar la decadencia de la democracia en Bolivia y Venezuela, que olvidan que este sistema resolvió el problema de la libertad al instituir, en vez de la razón de Estado, el principio de autoridad de la ley, con el que el constitucionalismo procura cerrar el ciclo de la arbitrariedad, para que los políticos se sometan y obedezcan a la ley.
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