S.E. quedó perplejo al día siguiente del referéndum del 21 de febrero, cuando le informaron que ni con el más descarado fraude se podían volcar los números negativos a su intento de prorrogarse en el poder por cinco años más. No sabemos cómo más reaccionaría aquel día y en los siguientes, pero en nuestras notas de entonces afirmábamos que con toda seguridad había puesto “a parir” a quienes le aconsejaron promover la consulta popular. Sin embargo, S.E. es tan fiel a sus ministros políticos -o se siente tan desvalido sin ellos-, que los mantuvo en sus cargos.
¿Qué le quedaba por hacer a su entorno más próximo después de la derrota? ¿Cómo darle consuelo a un hombre abatido por tan inesperado y amargo contraste? No había otra que, desde ese mismo instante, ponerse a elucubrar todas las maniobras posibles para burlar el resultado del referéndum. S.E., abrumado, reconoció que había perdido, aunque muchos jamás le creímos que fuera sincero. Efectivamente, a la manera culebrera de los políticos de su clase, empezó diciendo, pocos días después, que en Santa Cruz había oído que decían que habría un “segundo tiempo”. Eso que escuchara en Santa Cruz lo del “segundo tiempo”, tenía un motivo: no se trataba de que la revancha la pidieran los aymaras ni los cocaleros, sino los cambas.
Durante casi todo un año los estrategas de S.E. han estado lanzando globos de ensayo sin mucha aceptación popular, hasta que, por fin, creen que acertaron, con lo que pretenden borrar el descalabro del 21 de febrero y mantener la imagen de invicto de S.E. La triquiñuela fue echarle la culpa al mil veces manoseado hijo que habría concebido S.E. con la entonces señorita Zapata. La justificación para ir a un nuevo referéndum o proceder por cualquier otra táctica ilegal para que S.E. pueda ser candidato es afirmar que “la derecha” calumnió al jefe de Estado, que mintió, que hizo una guerra sucia y que esa premeditada acción provocó que ganara el “no” y que S.E. fuera defenestrado de su ambición de ir a una cuarta candidatura consecutiva.
Si aceptáramos que el “affaire Zapata” hubiera sido producto de un montaje político, ¿qué? Si los masistas creen que a S.E. se lo victimó a través de calumnias, ¿qué? La opinión pública puede estar segura de que mucho más se ha difamado durante este Gobierno a Samuel Doria Medina, Rubén Costas, Jorge Quiroga, Manfred Reyes Villa, Leopoldo Fernández, Ernesto Suárez, Carmelo Lens y otros políticos, antes, durante, y después de los procesos electorales. No ha sido cosa de un affaire amoroso, sino que se los ha tratado de ladrones, criminales, ineptos, antipatriotas, y ninguno de ellos se sentiría extrañado del lenguaje procaz y de las maniobras sinuosas que realizan el Vice y algunos de los ministros con mayor renombre.
Si se va a querer desconocer el resultado del referéndum de febrero pasado, porque unos periodistas o una parte de la oposición afirmaron que S.E. había tenido un hijo con la señorita Zapata y que la presunta madre se habría aprovechado de esa situación privilegiada con jugosos negocios con empresarios chinos y demás, se está cometiendo una estupidez mayúscula. Todo el mundo ha escuchado de boca de S.E. decir que la señorita Zapata fue su novia, que tuvo un hijito con ella y que desgraciadamente murió. ¿Qué es lo que quieren ahora los masistas? ¿Negar que S.E. tuviera relaciones íntimas con su novia? ¿Se trató de un amor platónico entre S.E. y la seductora joven? Algo que va en serio: el destino de la democracia nacional no puede estar pendiente de un coito.
S.E. fue derrotado en las urnas y lo hubiera sido con o sin Zapata. Él que habla de una oposición llorona, que no dé mal ejemplo gimoteando a quien quiera escucharle, que lo calumniaron con su paternidad. Nadie lo calumnió y si es cierto que no embarazó a su corteja está bien, le creemos. Pero que no vengan a decir que por el noviazgo el referéndum no es válido. Así que por un romance que no es de interés nacional no nos vayan a querer cambiar la Constitución. Esperemos que por un amor fallido no se vaya a provocar en el país todo un caos político.
Sabemos que un Congreso del MAS solo puede imponer sus propias actividades internas. Las leyes supremas, que son las que rigen el Esto, están en la Constitución. Toda esa algarabía producida en Montero de collas y cambas afiebrados de calor por fuera y de ideas salvajes por dentro, no son sino resultado de una fiesta pagada por el Gobierno para que S.E. se sienta halagado y reivindicado con el apoyo de 5.000 furibundos masistas que han querido cambiar el curso de la historia de Bolivia. Eso no será posible porque si bien somos un pueblo muy sufrido, tenemos un límite de aguante.
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