Empleó métodos brutales para mantener el poder en Judea, pero no fue ningún sádico y no autorizó ninguna matanza de recién nacidos. De hecho, Herodes sentó las bases para el esplendor económico de su reino y lo abrió a la romanización.
Es difícil encontrar a un rey hebreo, en concreto de Judea, que despertase tantas antipatías como Herodes I “el Grande”. Hasta el punto de que la Biblia le sitúa tras la salvaje orden de ejecutar a los niños nacidos en Belén con el propósito de matar a Jesús, “un recién nacido a quien los magos de oriente designaron como el rey de los judíos”. Sin embargo, los historiadores romanos presentan un retrato favorable a este gobernante, sin ocultar que empleó métodos brutales para alcanzar el poder. La expansión económica que vivió la región en esas fechas refrenda que fue un buen administrador.
El origen de la hostilidad de los hebreos hacia Herodes I estuvo causada porque ellos le consideraban un rey extranjero. Si bien su linaje era idumeo –una región histórica semítica al sur de Judea–, la profunda división hebrea entre sectas religiosas le alejaba de las simpatías de los habitantes de Judea. En ese tiempo, las tres principales sectas religiosas judías (farisea, saducea y esenia) no estaban de acuerdo prácticamente en nada. Al contrario, sobre Herodes –del que se dijo que tenía una educación helenística y que su madre era árabe nabatea– coincidieron las tres sectas religiosas en identificarle como un elemento intruso y peligroso.
FUE NOMBRADO PROCURADOR DE ESTE REINO POR JULIO CÉSAR
Herodes se valió del apoyo de fuerzas extranjeras, especialmente de los romanos, y de un contexto de inestabilidad política para alcanzar el poder. Desde el año 63 a.C., la República de Roma había hecho de la antigua Judea un reino vasallo (que abarcaba Samaria, al norte, y Edom, al sur) y en el año 47 a. C. Herodes fue nombrado procurador de este reino por Julio César. A través de este cargo, el idumeo planeó la eliminación de la estirpe judía de los asmoneos (descendientes de los macabeos), que había reinado hasta ese momento en Judea.
Quizás gran parte de la fama de cruel de este rey hebreo está relacionada con los métodos que aplicó para desplazar del poder a los asmoneos y mantenerlo después bien agarrado. En el año 40 a. C., consiguió de Marco Antonio –triunviro de Roma y poseedor de la parte oriental del Imperio romano– el título de rey de Judea y logró que fueran degollados Antígono II y su familia, los asmoneos, así como cuarenta y cinco partidarios del antiguo régimen. Eliminaba de esta forma a todos los posibles aspirantes a arrebatarle la corona.
UN PERIODO DE GRAN ESPLENDOR ECONÓMICO
Los puñales y el veneno nunca abandonaron la corte. Su segunda esposa Mariamna, de la estirpe de los asmoneos, también fue ejecutada por orden de Herodes, que nunca dudó en derramar sangre de su propia familia si veía peligrar la corona. Tras matar a Mariamna, eliminó a dos de sus hijos (Aristóbulo y Alejandro), atendiendo a rumores de conspiración contra su persona, levantados por otro hijo, Antípater, a quien ejecutó tiempo después por intentar envenenarle.
Con el respaldo económico de Roma, Herodes puso en marcha una política para el desarrollo del comercio y de la agricultura y un ambicioso plan de construcciones. Bajo su reinado, que sentó las bases para la expansión económica que vivió la zona en las siguientes décadas, se reconstruyó el Templo de Jerusalén, se levantó la fortaleza Antonia, un palacio real, un anfiteatro, un teatro y un hipódromo, y se fundó la ciudad de Cesarea, un emplazamiento portuaria de carácter occidental construida en honor al dueño del Imperio, Cayo Julio César Octavio Augusto.
HERODES VENDIÓ PARTE DE LAS RIQUEZAS PALACIEGAS PARA COMPRAR TRIGO EN LA HAMBRUNA DE 25 A. C.
Ninguna iniciativa parece que le sirviera para mejorar su imagen pública de hombre violento, lascivo –se dice que llegó a tener 15 hijos– y nada respetuoso con las tradiciones hebreas. Este oscuro retrato, de hecho, po-cas veces correspondía con la figura histórica que narran los romanos. Pues sabemos que, según los cronistas de Roma, Herodes fue un monarca lo bastante sensible con su pueblo como para deshacerse de parte de las riquezas palaciegas y comprar trigo común durante la hambruna del año 25 a. C.
No en vano, sus fuertes lazos con Roma demuestran que también sabía ser sutil cuando convenía. Esto se hizo patente cuan-do Octavio Augusto, tras vencer a Marco Antonio y Cleopatra en la batalla de Actium (31 a.C.), llamó a su presencia a Herodes, quien había sido un activo partidario del ene-migo mortal del primer Emperador de Roma. El gobernante hebreo se ganó rápido la confianza de Augusto y mantuvo excelentes relaciones con él. Así, el reinado de Herodes es también recordado por los grandes esfuerzos para la romanización del pueblo judío. El palacio real acogió a poetas, filósofos, historiadores, maestros de retórica, bajo la in-fluencia romana, que impulsaron un periodo de auge cultural en la región.
MATANZA DE LOS INOCENTES: ¿REALIDAD O MITO?
La figura de Herodes es sobre todo conocida por ser el gobernante que ordenó la Matanza de los Inocentes que narra el Evangelio de Mateo (2:16-18). Un hecho atroz que tiene su antecedente directo en el episodio protagonizado por el gran enemigo del pueblo elegido: los egipcios, quienes ordenaron supuestamente asesinar a los bebés hebreos y forzaron a la familia de Moisés a esconderle en el río.
“Entonces Herodes, al ver que había sido burlado por los magos, se enfureció terrible-mente y envió a matar a todos los niños de Belén y de toda su comarca, de dos años para abajo, según el tiempo que había precisado por los magos”, narra San Mateo sobre el edicto supuestamente dictado por el gobernante hebreo que buscaba a acabar con la amenaza política de un niño designado como “el rey de los judíos”.
Sin embargo, la Matanza de los Inocentes no aparece mencionada en los otros evangelios ni en textos del periodo, lo cual ha llevado a plantear si el episodio tuvo realmente lugar o pudo ser una malinterpretación de otro suceso. El historiador bíblico Daramola Olu Peters en sus análisis del texto defiende que se trata de una mala traducción de la palabra “matanza” y podría ser solo el asesinato de algún hijo de los aspirantes a ocupar el trono. Otros estudiosos vinculan la presunta matanza con el asesinato de los tres hijos de Herodes o alguna de las purgas que llevó a cabo el monarca durante su ascenso al poder.
EL HISTORIADOR FAVIO JOSEFO, HOSTIL AL MONARCA, PASÓ POR EL ALTO LA BARBARIE
Las exageradas cifras no ayudan. Según los estudios demográficos, el poblado de Belén, donde nació Jesús, tenía en el año 4 a.C de 300 a 1.000 habitantes, de ellos solo habría entre 7 y 20 menores de dos años. Es por ello que, aunque hubiera tenido lugar la matanza, no pudo tener las dimensiones descritas en la Biblia. El que hubiera sido un asesinato aislado o de poca trascendencia podría explicar la razón de que el historiador Flavio Josefo, que siempre presentó a Herodes como un tirado cruel, pasó por alto semejante barbarie.
Favio Josefo fue el principal responsable de alimentar posteriormente la leyenda negra sobre Herodes, que en muchos casos elevaba a la exageración las actuaciones del monarca. El relato que hace sobre la muerte del idumeo no escatima en detalles escabrosos y se deleita en su sufrimiento. A los 70 años Herodes murió, “castigándole Dios por los crímenes que había cometido”, y fue sepultado en el Templo Hero-diano, descubierto en el 2007 por un grupo de arqueólogos.
Con su fallecimiento, Judea pasó a ser una provincia gobernada directamente por Siria. Y esta situación desencadenó una revuelta inme-diata que fue reprimida con gran brutalidad por los soldados romanos, pero que se alargaría intermitentemente hasta el sitio de Jerusalén del año 70 d. C.
CÉSAR CERVERA / MADRID
FUENTE: ABC
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