Es difícil encontrar a un rey hebreo, en concreto de Judea, que despertase tantas antipatías como Herodes I “el Grande”. Hasta el punto de que la Biblia le sitúa tras la salvaje orden de ejecutar a los niños nacidos en Belén con el propósito de matar a Jesús, “un recién nacido a quien los magos del oriente designaron como el rey de los judíos”. Sin embargo, los historiadores romanos presentan un retrato favorable a este gobernante, sin ocultar que empleó métodos brutales para alcanzar el poder. La expansión económica que vivió la región en esas fechas refrenda que fue un buen administrador.