Segunda parte
En cuanto a las imágenes de extranjeros simbólicamente avecindados entre nosotros, empezando por Gervasio Artigas, libertador de Uruguay, a la entrada de la avenida Ballivián de Calacoto, simboliza la hermandad latinoamericana y es bienvenida. Ilustra el interesante muestrario, Cristóbal Colón, símbolo del encuentro de la cultura europea e indoamericana, bienvenido al Prado de la ciudad del Illimani, como ocurre en el resto de urbes del continente. Parecido título corresponde a la reina Isabel la Católica. En cuanto a Alexander Von Humboldt, naturalista y científico alemán, visitador de nuestro continente y al filósofo chino Confucio, recordado en San Jorge, su presencia, como las de los anteriores, dice bien de un espíritu de comunión cultural universalista de la que participan las y los paceños, ineludible, por otra parte, en un mundo globalizado como el de nuestros días.
No hay equívoco cando se oye decir que la totalidad de estas figuras diseminadas en la geografía citadina, se deben a donaciones de las naciones correspondientes. Si el obsequio es criticado, no se debe perder de mira la gentileza honrosa que, por cierto, entraña y denota la perspicacia de sus representantes en el país, que debiera servirnos de ejemplo a imitar, aunque ahora la reproducción de la heroína Juana Azurduy de Padilla ocupa lugar preferente en la cosmopolita Buenos Aires.
Uno de los propósitos que nos asiste es el de proponer una enmienda para poner cada cosa donde debe estar. Es decir una mejor y más coherente ubicación de monumentos y nombres de plazas. El de Simón Bolívar, de ineludible presencia histórica, se sitúa bien en la Plaza Venezuela, en cambio la rotonda donde se levanta la ecuestre del Mariscal Antonio José de Sucre -más conocida como plaza del Estudiante- debe ser nominada plaza Sucre. La de San Pedro que a su vez tiene de nombre J.A. de Sucre, debería servir para conmemorar al poeta y esclarecido escritor paceño Franz Tamayo, espacio donde se le debe erigir una estatua que perpetúe su nombre. Que la plaza de Obrajes –sin desmerecerla- lleve el patronímico Tamayo -ahora llamada plaza de la “LOBA”- no concuasa como en otros casos con la categoría del patricio paceño, pues el centro histórico es la saga pertinente y preferencial.
No dejamos de lamentar y pedir una rectificación al referirnos a Gral. Bernardino Bilbao Rioja, cuya magistral estrategia tuvo la virtud de rechazar el avance paraguayo. Respecto a este patriota -maltratado en vida y aun de muerto hasta el momento- la estulticia es tan enorme que no se conoce en La Paz una arteria que lleve su nombre y menos una escultura. Se dice que la llamada avenida Kantutani tiene por título Bilbao Rioja, empero, no obstante y pese al beneficio de la duda, hay quienes la mencionan como Carlos Palenque Avilés.
Esta evidente dicotomía carente de proporciones debe ser meridianamente aclarada y definida. Por sindéresis histórica, corresponde al héroe del Chaco y, por supuesto, la erección de un monumento, obra de un artista capaz de interpretar la hazaña militar del hombre de Villamontes. He ahí una asignatura pendiente del Concejo Municipal, tanto en relación con esta última reclamación como en cuanto a todos los casos expuestos.
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